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Los ayuntamientos han recibido como agua de mayo el dinero de una de sus principales fuentes de ingresos vía tributaria, el Impuesto de Bienes Inmuebles (IBI). Los ciudadanos han cumplido en un alto grado con su responsabilidad, aunque los fondos se han recibido con un tinte de frustración ya que se destinarán básicamente a pagar proveedores, deudas y a mantener la propia estructura de los Consistorios, como el abono de las nóminas. Aquí parece pararse de momento el balón de oxígeno para las debilitadas arcas municipales, dado el reducido margen de endeudamiento y a que todavía se está pendiente de las transferencias de instituciones superiores. En este sentido, el alcalde de Es Mercadal ponía ayer el dedo en la llaga: "Si el ciudadano cumple también lo debe hacer la Administración, solo pido que cada institución cumpla con su obligación, que liquide los pagos acordados en tiempo y hora".

Ante este difícil panorama económico, se abre también el interrogante de cómo afectará la necesaria austeridad a los presupuestos locales para el próximo año y, en consecuencia, a la prestación de servicios básicos. Los ajustes deberán realizarse atendiendo a las prioridades que afecten directamente a las personas.