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La web del Congreso de los Diputados y del Senado se colapsó ayer por la tarde. La causa es que, en cumplimiento de una nueva norma de transparencia política, se hacía pública la declaración del patrimonio de cada uno de los diputados y senadores. Con un click se podía conocer qué propiedades y cuánto dinero tienen en cuenta el senador Arturo Bagur y los diputados Juan Carlos Grau, Gràcia Muñoz, Rubalcaba o Rajoy. El morbo disparó las consultas. Después las reacciones podían ser diversas. Habrá quien no se crea las declaraciones, porque sabe quién tiene un barco y qué nivel de vida lleva. También habrá quien se sienta decepcionado porque esperaba que los políticos fueran más ricos. Al final, se comprueba que muchos diputados y senadores no ganan cantidades escandalosas y que los más veteranos con rentas importantes y propiedades numerosas quizás habrían conseguido lo mismo o más en actividades privadas.

La declaración de patrimonio tiene mayor sentido cuando se ve con la perspectiva del tiempo. ¿De qué forma se ha modificado durante el ejercicio de un cargo público? De todas formas, lo que más importa es el resultado del trabajo que cada uno de ellos lleva a cabo. Que se ganen el sueldo, vaya. Y que no se aprovechen de la forma en que perciben el dinero público, como en la época en que por asistir a una reunión del consejo de Autoridad Portuaria cobraban 603 euros por cabeza.