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Me ha sorprendido leer en el "Diari Menorca" (domingo 18 de septiembre 2001, página 3) el precio de los amarres para embarcaciones, superior al que se cobra en la Costa Azul. De manera que es más caro amarrar una embarcación en el puerto de Mahón que en Saint- Tropez. ¿Es esa una inteligente política para atraer al turismo de élite, vulgarmente conocido como la 'jet set'? También he leído la estupenda columna de Pere Melis Nebot, "¿Y ahora qué hacemos?", donde entre otras cosas señala que "Menorca tiene graves problemas de salinización en los acuíferos". A todo eso apunta el complicado devenir de la depuradora desde sus inicios, para seguir diciendo que en la actualidad "no tenemos tres millones" para poder llevar a término la conexión con los depósitos municipales. Pero es que además resulta que para que el precio por metro cúbico de agua pudiera ser rentable, habría que conectar el sistema al resto de las poblaciones menorquinas, y eso supone unos 40 millones (que seguramente, como pasa con las obras públicas, serían finalmente unos cuantos millones más). Enmarca el excelente trabajo Pere Melis diciendo aquello de: "s'operació ha anat bé però madona és morta", ("Diari Menorca", jueves 8 de septiembre, 2011, página 2).

Lo que acabo de decirles tendría entre sí una extraña relación, a no ser que añada yo lo leído en el "Menorca", el miércoles 14 de septiembre, sobre un nuevo campo de golf.
La idea de un nuevo campo de golf, digo yo que no será por altruismo en pretender fomentar ese deporte, sino más bien como un estímulo para atraer un turismo de clase media alta. ¿Para eso no sería mejor la creación de nuevos puntos de amarre para embarcaciones turísticas y a unos precios que en sí mismos fueran precisamente ese estímulo para atraer un turismo determinado? Particularmente me parece que poco o casi ningún turismo puede ser aquel que elija Menorca para ir a jugar al golf, sobre todo si ese turismo es peninsular por lo que más abajo les diré.

Pero es que Menorca, como tan oportunamente señala Melis Nebot, tiene un grave problema con el agua de su castigado, y por ello sensible, sistema freático. Los campos de golf tienen una fuerte dependencia precisamente de agua. Un campo de 18 hoyos necesita un aporte de agua descomunal, además de la mano de obra para mantenerlo operativo.
Menorca ya tiene un campo de golf, el de Son Parc en Mercadal.

¿Cuánto turismo ha atraído a Menorca ese campo de golf? ¿Cuántos centenares de golfistas hay cada día jugando en Son Parc? ¿Tendría Menorca el mismo turismo que tiene sin ese campo de golf? Entre otras, creo que esas son preguntas que merece la pena hacerse.

Miren: hace unos días estaba yo viajando por Andalucía. Resulta que de los 15 mejores campos de golf de España, seis de ellos están en la autonomía andaluza. En el campo de 18 hoyos de Costa Ballena, Cádiz (Ocean Golf Club) estuve varias mañanas, atraído por la cantidad de aves acuáticas de sus lagos artificiales, sobre todo limícolas, única razón para que yo estuviera allí. Y porque además está a unos 12 kilómetros de Sanlúcar de Barrameda. ¿Saben cuántos golfistas solía ver jugando cada mañana? Cinco, seis…a veces incluso menos. Y tómense cuenta que me estoy refiriendo al mes de septiembre. ¿Saben cuántas personas solía haber segando la hierba o recomponiendo con arena los bankers? A veces seis, a veces siete trabajadores. Eso me recordaba por qué resulta carísimo ser socio de un campo de golf.

Si la solución para aumentar el turismo, y más con un turismo altamente rentable, fuera más campos de golf en Menorca, si además la isla no tuviera problemas con sus acuíferos, si encima no se trastocase el frágil equilibrio ni paisajístico ni faunístico, bienvenida la idea de más campos de golf. Pero para mí tengo que en Menorca las cosas no serían exactamente así. Para empezar no creo que el turismo aumentara ni en cantidad ni en la calidad rentable que justifique un nuevo campo de golf.

Conozco los campos de golf españoles de Santander, el de Sotogrande en Madrid, el de Jerez de la Frontera, el de Salamanca en Zarapicos, inaugurado en 1990 y sobre todo el de Costa Ballena, en Cádiz. En ninguno de ellos tuve nunca la sensación que ese fuera un negocio donde "se aten los perros con longaniza". Eso sin tener un entorno reducido, geográficamente hablando, y con serias dificultades con el tema del agua como tiene Menorca. Por lo que no creo en absoluto que más campos de golf vayan a solucionar el turismo de Menorca, aparte de dudar que la operación fuera crematísticamente rentable.