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Estos últimos días, como me sucede todos loa años después de las vacaciones veraniegas, nos hemos dedicado a la lectura intensiva. Teníamos prensa atrasada y cinco o seis revistas de gastronomía que se fueron amontonando sobre la mesa de mi despacho. Ayer mismo, me miré las manos negras por la tinta que las rotativas van dejando sobre el papel, parecía mismamente que hubiera estado estrangulando calamares.

La lectura me llevó a una conclusión: me parece curioso cómo vamos parcelando la oferta gastronómica en letra impresa, temática hoy por hoy saturada. Ahora mismo, tenemos recetas para no engordar, recetas para luchar contra la celulitis, recetas contra el colesterol, recetas para un día de fiesta, recetas para después de un día de fiesta, recetas contra el estreñimiento, recetas para corregir si la "cosa" va demasiado suelta, recetas para una semana depurativa, recetas para aquéllos que no les gusta el dulce, recetas para quienes les gusta el dulce, recetas en fin y planes gastronómicos para dar y tomar. Si me permiten extrapolar el ejemplo, lo de las recetas viene a ser como las patatas, que antes iban y te llevaban a casa un saco de patatas y sin ningún problema, las podían freír, asar o cocer. Ahora tenemos patatas para freír, otras que son para cocer y hasta tenemos unas para asar. En mi opinión, son en general peor que antes.

Lo malo de las recetas y los productos gastronómicos, son los fraudes cuando te dicen que determinado producto acaba con el colesterol o que no hace falta que vayas al urólogo, porque con esta alimentación, de la próstata ni te enteras. Luego tenemos un sinfín de productos gastronómicos que nos protegen contra el cáncer. Una gastronomía anticancerígena tan diversa que no entiendo como el cáncer puede seguir existiendo. Por ahí tengo una lista de alimentos recomendados acompañados de ese latiguillo de que son anticancerígenos, pero no crean, también los hay al revés. Así seguramente ustedes habrán oído alguna vez que el consumo de sacarina puede ser cancerígeno; comer con frecuencia carne a la planta también lo señalan como cancerígeno y mucho peor aún, si es carne a la brasa. Ustedes se recordarán de cuando incluso los médicos prohibían, sobre todo a las personas mayores, la ingesta de pescado azul, y ahora resulta, que es todo lo contrario, se recomienda consumir pescado azul por eso del Omega 3.

Es verdad que determinados alimentos pueden ser contraproducentes, sobre todo a cierra edad o con determinadas patologías. También tiene su razón cuando se dice que ciertos alimentos tienen componentes proteicos que pueden ser anticancerígenos. Lo fraudulento se produce cuando al rebufo de un determinado producto que nos pueda proteger contra cánceres concretos, los maestros del marketing le dan esa condición a demasiadas cosas que no está demostrado que sean ni cancerígenas ni anticancerígenas.
Hace unos días, le han puesto una multa millonaria a una empresa que ofertaba unas zapatillas "milagrosas", llevarlas puestas era la panacea para no sé cuantas cosas. Mentira, todo mentira, y de estas falsedades, les ha venido a corregir una multa de varios millones de euros.

El fraude en recetas y productos gastronómicos es más frecuente de lo que se pueda creer. Parece que corregirlo no sea una cuestión que esté especialmente en el interés de quienes deberían de clarificarlo, quizá porque decir que un determinado producto es bueno para una dolencia concreta, no sea algo que ofrezca en su consumo ningún peligro.

Ojalá que la lista de productos que tengo anticancerígenos fuera realmente efectiva. Puedo asegurarles, que si eso fuera así, bastaría con disciplinar nuestra alimentación para que el cáncer fuera una rareza, un mal recuerdo de otras épocas.

Otro día trataremos los alimentos adulterados, por ejemplo carne con clenbuterol o aquellos pescados, como acaba de detectarse, que se venden como merluza del Cantábrico que ni es del Cantábrico ni tampoco por eso, es merluza.