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El 15O es un identidad multitudinaria, cargada sin lugar a dudas de razón, indignación y de buenas intenciones. Y con eso ha salido y ha llenado las calles de medio mundo diciendo basta, pidiendo responsabilidades y alternativas. Lo ha dicho en diferentes idiomas a través de infinidad de voces, con miles de lemas, de mil maneras. Tratando de despertar al mundo, de sacarlo de un sueño capitalista que terminó en avaricia; en pesadilla: la que se está viviendo. El movimiento empuja, trata de zarandear al mundo, sacarlo de su burbuja, empuja desde todas partes, convencidos y con ganas. ¿Pero hacia dónde? "Hacia fuera" "Hacia la salida" . No es suficiente: no hay cambio sin recambio.

Sin embargo todo el mundo empieza ya a darse cuenta de que esta crisis durará lo que se alargue el sistema; lo que se tarde en reestructurarlo, en establecer otras reglas que impidan que la codicia colapse de nuevo al sistema y tan pronto. Ahora ya son muy pocos los que lo dudan, y hasta los más ricos empiezan –muy tímidamente– a hacer algún gesto, a soltar alguna palabra en esa línea, a estar dispuestos, en fin, a vaciarse un poco los bolsillos y descargar con eso al sistema de ese lastre. Hay dinero para salir de la crisis, eso también se sabe, pero falta predisposición para asimilar pérdidas y condonar deudas. Y como los bancos no mueven pieza, amparados en una legalidad indiscutible pero ya ilegítima, los gobiernos, sin otras vías, empiezan a denunciarlos por motivos menos graves aunque imputables. Pero los bancos se conforman y sonríen si les espera la misma suerte que a Al Capone.

Mientras tanto el 15O seguirá mutando de nombre y convocando otras fechas para manifestarse y hacer sonar la protesta otra vez, repetidamente, contra tanto despropósito; contra tanta medida sin sentido o para nada; contra esta forma tan inútil de no hacer nada ante tanta miseria repartida: tantas familias sin futuro, tanto futuro sin familias; contra esos sueldos sin techo que han dejado sin casa a tanta gente; contra esos alquileres tan caros mal llamados hipotecas; contra este sistema que sigue impasible, como si nada, tras haber puesto a tantos el agua al cuello por poner el mundo a los pies de unos pocos. Contra esta agricultura económica que no ha encontrado otra fórmula de cosechar ricos que sembrando pobres.

Luego, cada día siguiente al de una nueva manifestación, el mundo será otra vez mordaza en la indignación de tantas bocas. Y no habrá pasado nada. O se contará otra cosa. Y así cíclicamente. Hasta que el movimiento salga de su paradoja: si no es pacífico no es 15O pero si no cambia el mundo tampoco.

No hay cambio sin recambio, es cierto, pero si no llega a tiempo ninguno y la crisis sigue apretando selectivamente a una masa tan poblada, puede llegar una catástrofe y tomar el relevo.