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Insidia. Lo confieso, esta palabra es lo que más me sorprendió del cara a cara mantenido el lunes entre Alfredo Pérez Rubalcaba y Mariano Rajoy Brey. Sé que es poco ante el apabullante número de sesudos análisis por parte de periodistas, politólogos, sociólogos y hasta estilistas de moda que han desbrozado hasta el último segundo del enfrentamiento entre los dos aspirantes a presidente. Pero en el momento en el que el candidato socialista le estaba soltando con vehemencia unos derechazos al ideario de su rival, emergió el rostro serio del gallego para replicar a cada golpe con un "esto es una insidia", sin despeinársele un pelo de la barba. ¿Insidia? El término me sonó a ese vocabulario que se conserva en el diccionario pero no en las voces de la calle como, por ejemplo, infamia, bellaco, malandrín, cáspita... Al día siguiente consulté a la RAE para refrescar la definición del vocablo. Exactamente lo que le quería recriminar al cántabro es que estaba expresando palabras que "envuelven mala intención". Dicho sea de paso, también le podía haber espetado que eran asechanzas. Conclusión: Acostumbrados como estamos a pegar patadas al idioma en el que nos expresamos cotidianamente, es de agradecer que nuestros políticos cuiden su oratoria.

Por cierto, cómo reduciría un joven "esemeseero" (dícese del que utiliza con destreza los sms comiendose impunemente las letras) la expresión "esto es una insidia". A lo mejor, ya circula por ahí y yo sin enterarme.