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Estoy sinceramente pasmado con la acumulación imprevista de buenas noticias.
Por fin, tras un holgado y comprensible retraso (ya sabemos que la precipitación no caracteriza el modus operandi de ninguno de los niveles de nuestra administración- excepción hecha de los mecanismos que gobiernan la concesión de subvenciones a incondicionales y merodeadores de turno-), tras holgado retraso, digo, se comienza por fin a desmantelar el cementerio de chatarra que ha venido adornando, con la elegancia que acompaña a la herrumbre, la explanada de cala Figuera.

Ya esta noticia por sí sola sería digna de producir alegría en los vecinos de Mahón/Maó, pero es que además nuestra alcaldesa ha propuesto convertir provisionalmente en aparcamiento el solar que resultará de la limpieza. Y esto, en caso de que se imponga su criterio (el sentido común avala la iniciativa), sería una excelente noticia para la economía del puerto, que no ha recibido una sola buena nueva desde que Borja Carreras, en un remoto pasado, alzó las posaderas de su sillón para trasladarse a Madrid a trajinar por despachos con la suficiente energía, tesón y ambición para con su ciudad como para traerse el proyecto de puerto que conocemos hoy día. Después de esa gesta memorable nadie volvió a tener (ni para el puerto ni para casi nada) ni ambición, ni energía ni tesón y gracias a ello hemos podido comprobar con desencanto como ninguna iniciativa proveniente de ninguna autoridad ha procurado no ya mejorar la infraestructura heredada, sino ni tan siquiera poner remedio a los males (principalmente provenientes de la circulación rodada y la falta de aparcamiento) que han aquejado al puerto con intensidad creciente desde entonces.

Comprendo que la idea del aparcamiento sería provisional. Enloquecería no obstante de gozo si en el plan futuro de uso del espacio liberado se contemplara construir (además de otros servicios, hay abundante espacio) un gran aparcamiento que fuera prácticamente una reproducción del que dispone la ciudad francesa de Annecy. Consiste este en un cilindro central (que contiene los ascensores) inscrito en un cilindro mayor. Un plano inclinado asfaltado describe entre estos dos cilindros una espiral ancha que proporciona dos sentidos de circulación y (a ambos lados) centenares de cómodas plazas de aparcamiento. Se podría acceder por arriba (carretera de Es Castell) o por abajo (cala Figuera) y salir también por ambos puntos.

Ignoro de quien o quienes dependen las decisiones que darán finalmente cuerpo al nuevo espacio disponible. Si una oportunidad como esta sucediera en la ciudad en que me encuentro ahora (Ginebra), se sometería sin duda a referéndum cualquier resolución que fuese tomada por técnicos y políticos, dada la envergadura y trascendencia que tendrá la actuación para la ciudad. Esta forma directa de democracia (tan sensata como poco practicada) tiene la ventaja de que desmantela desde la raíz las prácticas abusivas, las maniobras caciquiles, la falta de transparencia y el amiguismo; además dificulta la corrupción y en definitiva es el enemigo más detestado por los que acostumbran a manipular a su conveniencia las oportunidades que, debiendo serlo de la población, acaban por serlo de sus propios intereses.

La otra buena noticia la leí también en este diario. No recuerdo los datos con precisión, pero lo cierto es que narraba el caso de un ciudadano que había conseguido estafar (no por atraco, sino mediante engaño) a una entidad bancaria una suma que creo no alcanzaba el millón de euros. La justicia le había impuesto una pena de cárcel (unos cuatro años si no recuerdo mal) y la obligación de devolver al banco la suma estafada. No tacho la noticia de buena porque un banco haya sido burlado (la burla fue provisional) sino porque la sentencia sin duda sentará jurisprudencia. Si esto fuera así (supongo que la justicia sigue buscando la equidad), en las arcas del Estado podrían ser reintegradas las enormes sumas que algunas cajas han estafado a los ciudadanos. Con esos dineros en manos del Tesoro, la niña de Rajoy (ninguneada en esta ocasión electoral por su mentor) podría operarse de varices ( ya está crecidita y no se ha cuidado mucho) en la sanidad pública sin perder demasiado tiempo en la lista de espera.

Es una pena que todas estas alegrías queden empañadas por una voz interior que a veces me parece oír (me sucede como al protagonista de "Cuestión de huevos" de mi amigo PJB) y que con sorna me repite:

- "Tu chocheas. Pareces tan ingenuo como los que creen las promesas electorales. Te aseguro colega que ni van a consultar a los ciudadanos ningún asunto en el que haya hueco para contentar a los especialistas en sacar ventaja, ni necesitarás más dedos que los que tienes en una oreja para contar los casos de ingreso en prisión de algún gran depredador del dinero público".

Entonces me deprimo porque pienso que quizás la voz tenga más razón que un santo.