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El PSOE, después de las derrotas en las elecciones locales, autonómicas y generales, se enfrenta a una situación interna muy complicada. Hasta el congreso nacional que se celebrará en febrero, este partido abre un periodo de reflexión, que no podrá prescindir de la autocrítica. Es verdad que la crisis tumba a todos los gobiernos europeos, incluso a algunos sin llegar a unas elecciones, sin embargo este argumento no puede ser una excusa para no valorar las causas propias de su hundimiento electoral, al obtener los peores resultados de su historia. Algunas voces socialistas exigen un proceso de renovación de los dirigentes y que estos asuman su responsabilidad en los resultados. Incluso hay quienes se refieren a la necesidad de una refundación del PSOE. En el ámbito insular, como sucede en otras instancias, el fracaso en las municipales y autonómicas no ha motivado la reflexión pública y la asunción de responsabilidades. Después del 20-N este análisis y sus consecuencias se hacen inevitables. No se trata de poner el foco solo en las personas que dirigen el PSOE, sino de revisar el papel que la sociedad espera que represente un partido histórico. Es necesario que defina una propuesta política nueva, para emprender una nueva etapa.