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Hace varios meses, se publicaron los resultados de un estudio en el que la principal conclusión es que el 82 por ciento de los ciudadanos españoles cree que "el lenguaje burocrático es complicado y demasiado difícil de entender". Me apuesto lo que sea a que todos hemos pasado por la misma situación aunque sea con diferente documentación: declaración de la renta, hipotecas, comunicados de cualquier ministerio o hasta multas o facturas. Coges el papel (o abres la página en internet), empiezas a leer y te das cuenta de que necesitas releerlo cantidad de veces hasta que crees haber entendido la frase. Y digo yo, ¿no sería más fácil simplificar los términos y conseguir que los textos sean más comprensibles para toda la población? Pienso que así los ciudadanos podrían hacerse cargo de sus propias cuestiones sin tener que recurrir al servicio de gestorías y negocios similares, que firmarían convencidos de que están realmente de acuerdo con lo que se especifica en el documento; y que, en definitiva, seríamos capaces de comprender fácilmente qué es lo que se nos quiere comunicar, por lo que la información resultaría mucho más accesible. Tal como están las cosas, cualquier trámite burocrático se convierte en una odisea literaria. Utilizar un lenguaje sencillo también puede ser sinónimo de precisión y transparencia. Vamos, y terminando, que no me extrañaría nada que ese 18 por ciento restante del estudio no acabara de entender qué se le estaba preguntando en la encuesta.