TW
0

Mientras Europa pasa por una crisis de identidad y no sabe si ha de acabar siendo bipolar y recorrer a la vez dos caminos distintos, o si está siendo esquizofrénica siguiendo instrucciones de voces externas que la hacen perderse o si simplemente es un invención redonda que no cuadra o que no rueda por los muchos palos que la están trabando; mientras el euro se ve sometido a debate y permanentemente acosado, y en la eurozona cada país que actúa en defensa propia no hace otra cosa que atacar a Europa y viceversa; en un escenario europeo como el actual, en una actualidad tan a carne viva, en donde Inglaterra convoca su mayor huelga en 30 años y Portugal exprime todavía más a los suyos, donde Polonia acusa a Alemania de pasiva, y Alemania a Merkel de excesiva, y Francia a Sarkozy de adlátere y en Italia no corre el dinero y los ricos corren de un lado para el otro amenazantes; en una situación como ésta, donde Europa parece, en fin, dejar claro que unión sin fusión es igual a fricción, España parece sin embargo haberse conseguido aislar durante un tiempo, adentrada en una expectación creciente y particular, viviendo dentro de la burbuja de silencio con la que está cubriendo Rajoy la actualidad política.

Y es que durante estos años de oposición y de crisis Rajoy ha tenido tiempo de sobra para aprender una lección y sin duda lo ha hecho pues ha llegado con ella a una conclusión muy clara, eje central de su actual discurso: Si no tienes ni idea de qué hacer mejor calla. Y eso es algo que por mucho que le pese lo ha aprendido de Zapatero aunque, eso sí, fijándose precisamente en lo que él no ha hecho en todo este tiempo y lo ha comprendido sin mucho esfuerzo al comprobar lo fácil que se lo ha ido poniendo como oposición con cada paso que daba y con cada medida o predicción equivocada.

Mariano Rajoy no está dispuesto a pasar por lo mismo, no quiere una oposición parecida a la que fue la suya, pues es conocedor de que ese es el camino más corto hacia el desastre, por eso hay que cambiar la tendencia desde ya, pues ahora sería su responsabilidad y su fracaso. Siempre ha sido consciente de que es imprescindible el apoyo interno para proyectar una buena imagen internacionalmente, para amortiguar la presión de los mercados, y en esto está, aplacando toda crítica inmerso en el más absoluto silencio. Esa es su máxima ahora, la mínima palabra y ninguna comparecencia en público, las menos pistas posibles y una cara de póker ante las cámaras. Rajoy calla y mientras, los mercados interpretan a su gusto el silencio a la vez que aprovechan para mandarle mensajes subliminales aunque rotundos: "Iremos por donde yo te diga o viene mi prima y te parte en dos todas tus iniciativas, puedo asfixiarte o destensar la cuerda, tú eliges".

Así que se mantiene en su silencio tal vez cumpliendo y esperando instrucciones. Rajoy calla y con eso parece decirlo todo.