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Si yo fuera tú, no me metería esta noche en la boca un polvorón y un mazapán a la vez. Cuentan que el último que lo hizo estalló en mil pedazos ensuciando al resto de invitados en un acto realmente poco navideño. Como dice el villancico, la Navidad ha llegado y ahora nos queda escuchar el discurso del Rey, que esta noche acompañará su cena con un chorizo de primera, y no de Cantimpalo precisamente, y no excedernos con los turrones y el champagne. Así que 'alloro', si bebes no conduzcas y si te tomas un polvorón no digas 'Pamplona', tus compañeros de mesa lo agradecerán.

Un año más el sorteo del Gordo me ha ignorado como suele hacer la mayoría de los políticos con sus votantes. Vale que las probabilidades de que ganes algo son mínimas, pero alguien tiene que ser el afortunado, ¿no? Pues bien, no he sido yo. Los agraciados con los que comparto premio, nada de nada, se consuelan apelando al tópico ese de "siempre nos quedará la salud". Pues a mí, sinceramente, me toca los adornos navideños. Me encantaría hablar con el que escribe las normas y decirle, "Oye, campeón, que a mí no me importa tirarme un mes en la cama con gripe a cambio de unos miles de euros". Nada, ni que fuera un pellizquito o dos, porque si como enfermedad se contabilizan las resacas de algunos domingos más de uno emigraba al Caribe abonándose al todo incluido y no lo volveríamos a ver.

La verdad es que lo de que toque el Gordo nunca lo he llevado bien. Supongo que es un trauma que me viene de pequeño. Siendo un crío, imagino que mis padres, a los que les gusta esto de la lotería, me debieron decir "Dino, hoy nos va a tocar el Gordo". Claro, siendo un mocoso te impresiona que aquellos que en teoría te tienen que proteger de cualquier mal te suelten eso de buenas a primeras. Porque luego lo de pasear ya no es lo mismo.

Recuerdo la tensión de caminar por las calles de Alaior atento a cualquier movimiento brusco por si a algún gordo -los niños nos impresionamos con facilidad- le daba por tocarme y soltarle una patada voladora que previamente me había estudiado en Bola de Drac. Pero nunca me tocaron.

A mí me da que el Gordo me la tiene jurada. "La suerte no existe, depende de nuestros actos", dice el refranero popular. Ya, pero si nuestros actos consisten en comprar todos los números que optan al premio al final fijo que no resulta rentable. Mejor crear una sociedad sin ánimo de lucro y agenciarte un buen puñado de millones.
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dgelabertpetrus@gmail.com