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En las entrevistas que Joan J. Quetglas hace en este diario a destacados personajes menorquines incluye un cuestionario en el que entre otras cosas pregunta el nombre de un poeta. La mayoría de encuestados se contentan con responder "la poesía no es lo mío". Con lo fácil que sería decir, por ejemplo, Ponç Pons. Y ya está, es un poeta bueno y además de la tierra.

Quienes se autoexcluyen del universo de la poesía se pierden un regalo que nos deja la vida para añadir dimensiones a la existencia. Es cierto que hay poetas que son muy difíciles de entender, pero otros son completamente asequibles como el citado Pons (y además la mayoría de libros de poesía son delgaditos) o si queremos un poco de exotismo centroeuropeo, doña Wislawa Szymborska, que el miércoles nos dijo adiós.

Se ha ido pero ha dejado sus cantos llenos de frescura y buen humor y así ha vencido a la parca. En su delicioso poema "Sobre la muerte sin exagerar", ya nos avisa de que "la muerte/ siempre llega ese instante más tarde./ En vano sacude el picaporte/ de una invisible puerta./ Lo que alguien haya logrado,/ eso, ya no se lo puede quitar".