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"He llevado mala vida, muchacho, pero fui feliz mientras me equivocaba. No necesitaba recapacitar para tener razón. Era joven, amigo. Y cuando eres joven, la conciencia no te reprocha nada que no te tolere la próstata". Estas ciertas palabras reproducidas en un artículo del gran José Luis Alvite ("Almas del nueve largo", "Historias del Savoy", etc.) remarcan la querencia de muchos jóvenes por vivir a tope una etapa transitoria de la vida humana como es la juventud. Y tienen razón. Malgastar esta etapa vital es un atentado a la misma naturaleza. Un pecado.

Pero hoy día casi la mitad de los jóvenes españoles (menorquines) no pueden vivir a tope (ni a medio gas) porque no tienen recursos para poder hacerlo. Y eso les hace despreciar parte de esa su vida. Lamentablemente hay que tener unos mínimos para poder desarrollarse en nuestro mundo materialista. La carencia de estos mínimos produce complejos y conduce al famoso "boulevard de los sueños rotos".

El celofán socialdemócrata que lo envuelve todo hizo creer a nuestros jóvenes que su futuro estaba protegido, asegurado. Falso. Se ha acabado el sueño. Se les impuso la "unidireccionalidad" de pensamiento y muchos ahora se han quedado sin recursos para liberarse de aquellas ataduras mentales. Se les hizo creer que ("easy comes, easy goes") vivían en un país rico e idílico donde el estado cuidaría de ellos "forever". Ya no. Se les hizo creer en la quimera del sueldo seguro. Si la vida siempre ha sido dura, más lo será ahora. Con pocas perspectivas de futuro algunos tendrán que conformarse con las migajas económicas que les deje la sociedad que los parió. Y el tedio anímico inundará sus vidas por no poderse realizar. Se aburrirán.

Y aburrirse es desperdiciar la vida. No vivirla. Perderla. Si para algunos gozar del paro y vivir de la beneficencia / limosna pública ha sido su meta momentánea, pronto entenderán que, de hecho, esa ha sido la mayor y mejor trampa que se les haya podido tender. Haberles inculcado que "!tranquilo chico, ahora tienes un año de paro!" era una maravilla, un fin buscado, una alegría, pronto entenderán que no ha sido sino un atentado a su enriquecimiento personal. Una trampa a su juventud.

Financiar la carencia del esfuerzo, alargar la desgracia de la inactividad, subsidiar el paro mental, habrá sido letal para una generación entera. Como muchos no han sido educados en la cultura del esfuerzo constante, en la competencia y en la superación diaria, en el sacrificio continuado, al final sólo les quedará el desánimo y el aburrimiento puro y duro. El tedio vital.

Cada uno somos protagonistas de la película de nuestra propia vida y todos conocemos su final. No tiene demasiada emoción. Siempre acaba igual. Todos, uno a uno, nos iremos de aquí después de protagonizar todas las escenas. Los títulos finales seguirán al inevitable "The end".

Pero distinto será haber protagonizado una película de acción trepidante que formar parte de esa masa de artistas subvencionados de tercera fila que participan al unísono en uno de esos bodrios fílmicos "made in Spain" que recaudan menos de la mitad de lo que reciben como beneficencia estatal.

Si algunos encuentran la solución a su tedio cambiando de mujer (o de hombre) y otros siguen el conocido consejo: "Si no podemos cambiar de mujer, cambiemos al menos de ginebra", algunos jóvenes deben también cambiar y procurarse nuevas metas ya que nunca es tarde para crearse una nueva ilusión. Se impone recuperar la filosofía del esfuerzo y del sacrificio. Será su salvación.

Nota: Ayer 9 de febrero se cumplieron 73 años de la rendición de la Menorca republicana a las fuerzas del General Franco. El Vicealmirante González de Ubieta se rindió al Conde de San Luis Fernando Sartorius. Al zarpar el "Devonshire" comenzó la Menorca de post guerra que, después de unos años muy difíciles, conllevaría el desarrollo de finales del siglo XX. Esperemos que ahora en el siglo XXI y en plena paz, no perdamos el nivel de vida que se consiguió con tanto esfuerzo.