TW
0

Fuimos aprendiendo cuando comprobamos que Marx tenía razón. Sí, fue cuando aprendimos que "la mentira es un arma revolucionaria" (Karl Marx, no Groucho). Efectivamente, ya sabemos que la prodigiosa proclamación del comunismo como maravilla del universo y como solución final para lograr la igualdad y la felicidad humana no era sino una simple mentira. Una mentira, sí, con pretensiones revolucionarias. Una mentira que amparaba y escondía una disimulada propuesta de esclavitud enlatada en las querencias sociales más demagógicas. Una mentira que ocultaba una realidad de cárcel y de opresión. Una propuesta que apelaba a anhelos angelicales que se probaron antinaturales porque el igualitarismo social no existe en la raza humana. Todos somos diferentes unos a otros. Podemos nacer iguales pero la vida se encarga de demostrar y recalcar, luego, las diferencias. Estas diferencias no son producto ni del azar ni de una clase social determinada, sino de las disidencias al igualitarismo que afianzan las experiencias de la vida. A igualdad de condiciones, unos suben y otros bajan. Distinto es ofrecer y garantizar igualdad (en cuestiones básicas para todos) pero el igualitarismo imaginario generalista que quiere luchar contra la naturaleza humana es imposible. El comunismo es buena teoría y pésima práctica. Una mentira consolidada.

Por otra parte también hemos sabido que una mentira repetida mil veces es factible que se convierta en verdad. Que se consolide. Solo debe alquilarse el terreno mental adecuado para que una semilla de una especie maligna germine y florezca. Pero sólo tiene éxito cuando es plantada en campos yermos donde no existe la reflexión y la crítica. Donde no existe un contrapunto de crítica cultural. Donde no existe competencia ideológica. Sólo prospera cuando se anula la disidencia. Solo sobrevive en el lodo de la ignorancia.

Así se ha visto con las teorías del nacionalismo de pandereta que nos envuelve. Repetir machaconamente una proclama (incluso sin signos de enfermedad congénita a la vista) consistente en la proclamación de grandes dogmas inciertos y teledirigidos a las mentes más bajas se ha convertido en la base de su sustento. Apelar a los manidos conceptos de cohesión social inducida, a la ridícula identidad impuesta, a la defensa de prioridades superfluas ("la única prioridad es siempre la libertad"), etc. siempre ha sido el gran anclaje de los movimientos totalitarios. Sí, todos los extremos se tocan. Todos respiran imposición.

No existe más identidad que la del propio individuo. La personalidad del individuo en grupo, en manada, se disuelve, se despersonaliza. La masa no tiene ideología, solo sigue consignas. Solo muestra la influencia recibida. Un pueblo es la simple suma de todos sus conciudadanos, cada uno con sus propias características no siempre asumibles por los demás. La masa como tal no tiene personalidad si no es manipulada por unos dirigentes. Dirigir las masas ha sido siempre la vocación del totalitario. Para conseguirlo nada mejor que conducir la educación. Los totalitarios siempre "se piden" educación y cultura porque saben que si la economía consolida diferencias, la educación cambia/manipula la sociedad.

Los credos y catecismos de esas ideologías totalitarias se basan en la misma filosofía: en cercenar la libertad humana. En crear fronteras entre lo racional y lo ficticio. Sin fuerza (física, legal o educacional) no son nada.

Curiosamente una cierta clase intelectual (especialmente la europea) siempre ha pretendido diferenciar entre la supuesta bondad de unos y la asignada maldad de otros. Yerran. No hay diferencias. Todos los totalitarismos son la misma sopa con distintos ingredientes. En 2008 Vaclac Havel propuso una condena histórica del comunismo de la misma forma con que Europa ha condenado el nazismo. No se consiguió debido a la oposición de los nacionalismos. Los cofrades se ayudan.
–––
Notas:

- Malas noticias para los demagogos: Acertó Alvin Toffler. La globalización ayuda a liberar al hombre. Le da argumentos para afirmar su individualidad frente a los repartidores de consignas.

-Otra vez hay que recalcar la obsesión enfermiza de algunos foráneos en contra de Mahó-Mahón.

-Premios Oscar: ¡Increíble. Todos los antiamericanos de España jugando a ser americanos! Groovy.