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Era el año 1971 cuando se estrenó una serie, la primera dirigida por Antonio Mercero para TVE, titulada "Crónicas de un pueblo". La idea, cuentan que fue del Almirante Carrero Blanco y no hace falta decir que, ideológicamente, estaba inspirada en los famosos Principios del Movimiento. ¿Pero quién se acuerda hoy de aquellos Principios? Ahora todos tienden a pensar que el Movimiento se demuestra andando (o votando).

La serie narraba la vida cotidiana en un pueblo imaginario de algún lugar de La Mancha, cuyo nombre ficticio era "Puebla Nueva del Rey Sancho". Tuvo mucho éxito. Los principales personajes (¿pueblanovenses?), eran el alcalde, el cura, el cabo de la Guardia Civil y el maestro; mientras que otras figuras secundarias, aunque no menos simpáticas, eran las del alguacil, el cartero, el conductor del autobús, la boticaria y los niños de la escuela. Un mundo feliz donde cada cosa o persona, estaban colocados en su sitio, y el orden imperaba por doquier…o lo hacían imperar a garrotazos.

Ahora estamos en 2012. Ha nevado poco desde entonces. Pero las crónicas del pueblo han cambiado mucho. Si bien la propaganda oficial tiende en cualquier momento histórico a pintarlo todo de color de rosa, no podrá nunca sustituir a la realidad cruda o poco hecha: esa que percibe o padece el hombre de la calle. Ahora nos harían sonreír aquellas cándidas historias rurales, tan políticamente correctas y tan históricamente anticuadas. Hoy lo que está de moda es "Aquí no hay quien viva", por ejemplo.

Algo empezó a cambiar cuando el cartero se enteró de que el correo se había vuelto electrónico, que la comunicación era instantánea y los sellos ya no eran necesarios. El resto de personajes también vieron trastocados sus antiguos e influyentes papeles. Se fueron adaptando como buenamente pudieron. Todo parecía progreso y mejora de la calidad de vida. Así que la opinión pública se acomodó pronto a las nuevas circunstancias y presionaba para aceptarlas encantados…Mas, últimamente, el vecindario anda revuelto. Inquieto. Indignado. No ve claro su futuro. A veces, lo ve negro. Otras, incoloro e insípido. Falta la ilusión y el empuje de antaño. Nos dicen que estamos asistiendo a un cambio de época. Pero eso ¿cómo se come?

Ya se sabe que "el pueblo unido, jamás será vencido". Por lo tanto, siempre aparecen los que promueven el "divide y vencerás" con cualquier motivo, por cualquier chorrada: lo importante para estos últimos, es que cada uno vaya por su lado. Mejor enfrentamiento que colaboración. Y que se confundan las lenguas, como en Babel. El alguacil no se habla con el conductor del autobús. El maestro con el boticario. Así es más fácil dejar la casa sin barrer y mantener incólume, el poco "statu quo" que nos queda.

Las crónicas de un pueblo actual, dibujan un panorama de grandes transformaciones. La cuestión es el grado de protagonismo que tiene uno en dichos cambios. Es muy diferente ser un receptor pasivo de lo que ocurre - sin apenas control sobre los acontecimientos - a jugar algún papel en el futuro que se está fraguando. Poder decidir qué es lo importante o lo accesorio, proponer metas - aunque suenen a utópicas - compartir proyectos…

Por encima de todo lo incierto y negativo, ser como arqueros que tienen un blanco.