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Hay tentaciones ante las que sucumbo aun a sabiendas que me esperaba como poco, una hora de fila (menos mal que hacía una mañana espléndida) para poder entrar al Museo del Prado, a ver por segunda vez lo del Hermitage, que ha traído a Madrid más de 170 obras elegidas del mayor tesoro artístico de Rusia. Aparte de la pintura, qué belleza la de su arqueología en oro y piedras preciosas, una verdadera maravilla, sobretodo, lo del oro de Siberia o las joyas de la Casa Fabergé.

En pintura o escultura, entre otros, lo de Tiziano o Bernini hasta el Siglo XX con Picasso, Kandinsky, Paul Gauguin, etc.

Para quienes no conozcan el Hermitage, les anoto una breve información. Su origen es el de un palacio levantado a las orillas del río Neva; lo mando construir Pedro I El Grande (1682-1725). El mismo Zar que fundó en 1703, la ciudad de San Petersburgo. Fue ampliado por sus sucesores hasta la revolución de 1917.
Catalina La Grande, es quien, posiblemente, por no tener donde almacenar la colección de arte que poseía, decide depositarla en aquel palacio. Así nace uno de los mejores Museos del mundo. El mejor de Rusia sin duda.

En la zona del Prado dedicada al Año Dual España-Rusia 2011, se pueden contemplar los ricos ropajes de la época de los zares, uniformes palaciegos, uniformes militares, cerámica, incluso un lujoso sable enjoyado, regalado al Zar por un mandatario hindú, y esa impresionante colección de adornos en oro de los nómadas de Eurasia, la colección de Siberia de Pedro I, y las joyas realizadas por orfebres griegos, halladas en cámaras funerarias en las costas del mar Negro.

Con todo, la pintura para mí, me merece un punto y aparte. Obras de Monet o Renoir, Picasso, Matisse, Van Dongen. Pero para mí desazón, también la horrorosa adquisición en el año 2002, de una obra de Casimir Zarévich "El cuadro negro". Un cuadro de así a ojo de unos 30x40 cm, y el título es literal, pues es todo completamente negro, sin nada más que se pueda ver que no sea eso: un cuadro completamente negro. Escuché un comentario muy gráfico de alguien que dijo "es una pintura para un ciego". Yo pienso que ni eso, y sin duda carente del más mínimo sentido de lo que para mí, debe ser la pintura.

Preciosos lienzos el San Sebastián de Tiziano y el tañedor de laúd de Caravaggio; lo del Velázquez, El Greco y Ribera de España; lo de Lorena o Watteau del arte francés y una maravillosa terracota del gran Bernini, que realizó para su Éxtasis de Santa Teresa.

Vivir en Madrid para quien gusta y ama la pintura, es la mayor de las suertes. Tendrá las mejores exposiciones de los mejores pintores del mundo, que a lo largo del año se muestran en la capital. Aunque sólo fuera por pura inercia, en Madrid se puede aprender a contemplar un cuadro. Si además nos entretenemos en escuchar las disertaciones de los mejores expertos que con ocasión de eventos especiales sobre pintura, se dan cita en esta capital mundial del arte, acaba uno por disfrutar muchísimo de la pintura. Por cierto, como en la entrada del Museo del Prado, coincidimos en la larga espera con una señorita de Cuenca que lleva media vida en Palma de Mallorca, y esta pidiera ir a nuestro lado durante la visita, no quise que se fuera sin ver la otra Gioconda, que es igual a la que se puede ver en el Louvre, sólo que, como más limpia. En cualquier caso, hoy por hoy, es la obra más buscada por los visitantes del Museo del Prado. No se me alcanza comprender, como han tardado tantos años los del Prado, en darle valor a esta Monalisa, olvidada en el sótano del Museo, oculta a la mirada de los amantes del arte.

Quise mostrar a la acompañante mallorquina de adopción, obra de Velázquez, sobre todo en la sala donde se exhibe su maravillosa obra Las Meninas. En esa sala, hay dos obras de Velázquez que por un curioso detalle están de actualidad. Son dos cuadros de grandioso formato; dos retratos ecuestres: uno de Margarita de Austria, Reina de España, esposa de Felipe III y el otro de Dña. Isabel de Borbón, esposa de Felipe IV, donde por cierto, parece que el manto fue pintado por ayudantes de Velázquez. Sin embargo, el detalle que las hace especialmente de actualidad que suele pasar completamente desapercibido por los visitantes que han estado pocas veces en el Museo del Prado, es que estas dos mujeres pintadas por Velázquez, lucen la mayor perla del mundo: La Peregrina, que muchísimos años más tarde, Richard Burton, pagó por ella 37.000 dólares para regalársela a Elizabeth Taylor, que por cierto, hace unos días, ha sido subastada por la Casa Crhistie's de Nueva York por 9 millones de dólares. Es la millonaria y absurda plusvalía de las piezas únicas, como algunas pinturas que debido a su precio sólo pueden estar en los museos o en manos de muy pocas personas.