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Los expertos en arqueología que estos días debaten en la Isla se muestran sorprendidos de la riqueza del patrimonio que guardan los distintos yacimientos de la Isla. Proponen que desde las administraciones públicas se fomente con ahínco la divulgación del pasado de la Isla como reclamo para el turista. El Ministerio de Fomento se ha puesto manos a la obra, y con el firme compromiso de rescatar y realzar elementos característicos de la prehistoria de la Isla ha recuperado el certificado de residente, engorro añadido a cualquier desplazamiento fuera de la Isla que en su día fue suplido, por fortuna, por el DNI, siempre a mano. Pero Fomento nos quiere tener entretenidos, y para cada vuelo nos añade un nuevo viejo trámite, que se suma a la penitencia de la falta de plazas, el exceso de euros por trayecto, a la hora y media de antelación en el aeropuerto, al filtro de seguridad con cinturón quitado, a las maletas díscolas o a las huelgas periódicas de los señoritos del aire. El certificado es un ejemplo del modo de operar típico del que no tiene soluciones efectivas: para atajar un fraude, hay que amargarle la vida a todos los que lo hacen bien. Es como el caso de las bajas no remuneradas de médicos y enfermeros, pagan griposos por caraduras. El fraude se ataja localizando y sancionando con valentía al defraudador, no aplicando medidas generales que cargan aún más a un ciudadano hastiado por el sobrepeso que le están facturando esta crisis.