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Es absolutamente injusto un sistema que permite que una deuda de unos miles de euros termine con una familia en la calle y todavía endeudada, y más cuando ahora tiene medios para ir afrontando las cuotas establecidas. Nadie quita la responsabilidad a los hipotecados. Quien suscribe un crédito de 175.000 euros sabe, o debería saber, que incurre en un alto riesgo, en la posibilidad no tan remota de encontrarse en la tesitura de no poder devolverlo. Y a nadie le apuntan con una pistola para que firme. Dicho esto, es absolutamente reprobable que la banca y todo su oscuro entorno financiero no articulen mecanismos ágiles que sirvan de alternativas al desahucio, que concedan oportunidades a aquella pareja a la que un día le dieron todas las facilidades para comprarse un piso y que simplemente ha pasado por un bache. El banco también es responsable de la firma de la hipoteca, porque publicitó el producto y lo asumió. No puede desentenderse del aspecto humano, ni del económico, del asunto quitándose de encima el problema, porque lo hace incluso literalmente, vendiendo la deuda a empresas con mucho ánimo de lucro especializadas en estas dolorosas cuestiones. Todo muy carroñero. Y es responsable el aparato del Estado, que no articula una legislación que aclare conceptos, aporte transparencia, evite disgustos e inoportune a los malditos mercados. Hoy son David y Paola, mañana puede ser cualquiera. Nadie está vacunado.