Mahón, otoño de 1912, calle de las Moreras, el alcalde Francisco Bals y corporación

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A través de los escasos datos humanos que dispongo, de Francisco Bals Pons, doy por supuesto que su manera de ser tuvo que ver, con el haber crecido junto a su hermana Lucia con sus tíos José Tudurí de La Torre (constructor naval) y Lucía Pons Barceló, hermana de su madre. En la época a que me refiero, la buena educación, era básica para las familias "ben estants". Me imagino a los hermanos Bals Pons, la añoranza que debieron sentir al dejar a sus padres y hermanos en Bouzareda, Argelia. Y que jamás se encontraran. Los niños, crecieron rodeados de cariño, al suplantar a los hijos que el matrimonio no había podido concebir, llenando aquel vacío.

Ignoro los años que tendría Francisco Bals al llegar a Mahón, parece ser contaría de siete a ocho. Tiempos de las guerras carlistas, de las consabidas luchas políticas entre conservadores y liberales y también entre monárquicos y republicanos. Tras leer diferentes episodios de Menorca, se intuye que se vivió intensamente esa situación nacional. Sin olvidar la fuga de mozos, buscando refugio en la lejanía, huyendo del servicio militar, y su repercusión, aquellas familias quedaban manchadas "per sempre".
Francisco Bals, que con el tiempo llegaría a ser "es batle de sa llenya", estudió en el Instituto mahonés aritmética y álgebra, geometría y trigonometría con Diego Monjo (numerario). Física y química con el licenciado Mateo Seguí (encargado). Historia natural fisiología e higiene, impartida por Francisco Cardona. Agricultura elemental, Diego Monjo. Latín y castellano, retórica y poética, con el auxiliar Magín Verdaguer. Historia de España y Universal, con Ignacio la Farga. Y la lengua francesa, con Francisco Seguí Mir. Precisamente tiempo después, sería profesor de este idioma en la Extensión Universitaria, lengua que conocía a la perfección, por hablarla los colonos de Bouzareda su tierra natal y aquí en Mahón con sus tíos, fue una lengua que dominó hasta su muerte.
Lamentablemente su tío José Tudurí de la Torre falleció el seis de marzo de 1881 a los 65 años, cuando Rafael, tan solo contaba 15. No obstante para la viuda fue un consuelo el tener en su hogar a sus sobrinos. Diez años más tarde en plena primavera, el 17-4-1891 falleció, con sesenta y seis años.

Hace varios días visité, como en otras ocasiones, el panteón familiar de los Bals Orfila, donde se encuentra el constructor de la falúa real. Junto al maestro de ribera, recibió sepultura, su esposa. Otras lápidas, entre ellas la de Maria Orfila Orfila (18-9-1942), viuda del alcalde. Su hermano Francisco, fallecido a los 18. Bernardo de 23. Juan de 34. Estos tres hermanos, cuñados del alcalde fallecieron muy jóvenes. Una preciosa lápida de mármol natural cubre la sepultura de la niña Margarita Bals Orfila de 6 años. Al hacer recuento de los enterramientos, hecho en falta a Francisco Bals Pons, fallecido en Barcelona, tras sufrir una irreparable enfermedad, desconociéndose su lugar de enterramiento en la Ciudad Condal.

Con tan solo analizar detenidamente las fotografías con que me ha obsequiado su nieto Rafael González Bals, lamentándose no haberlo conocido e ignorar estas cosas que hoy le agradaría poder explicar, observo su porte distinguido, de apariencia de un "senyor", con su traje, corbata al estilo lazada, la que se usaba a principios del siglo XX, su sombrero de fieltro, su pose junto a su esposa vestida a la moda, luciendo telas preciosas, que aun si bien son fotografías, se comprueba la diferencia con la gente obrera. Sus hijos, impecables, con juguetes que muy pocos niños debían tener, bicicleta, etc. Disfrutar de una casa jardín a la salida de la ciudad, en el camino de Gracia, 99. Disponiendo de casa en la calle de Buenaire. Ser propietario de un almacén de maderas.

Y a pesar de su crianza, de los lujos que le rodeaban, su bien estar monetario, el placer de viajar con los suyos, su estatus, Francisco Bals Pons, nació y murió convencido de su ideal, la República, a la que defendió en cuerpo y alma, ayudando a los más necesitados, luchando para ello. A lo largo del año de alcaldía, es grato comprobar la cantidad de beneficios y cambios beneficiosos para los mahoneses.

Dio el oportuno permiso para establecer el deposito de carbón en la isla Rodona ("de ses rates") para la compañía La Marítima.

Por lo visto, el caos circulatorio de la ciudad, era "mal d'aclarir".Carruajes, payeses sobre sus cabalgaduras. Los dos autos de servicio de pasajeros con sus puntos de partida en lugares tan céntricos como la plaza Vella (Colón) y la Raval, frente a la actual pastelería Las Delicias. Bicicletas, animales domésticos sueltos, y si a todo ello añadimos el ir y venir de cada cual a su aire, produciéndose empujones, lo que en ocasiones conllevaba peleas callejeras principalmente con la llegada de escuadras, buques escuelas, etc.
Gracias a la disciplina del alcalde que dictó un bando ordenando que los peatones debían circular por las aceras a su derecha, lo que daría fluidez y orden en las mismas. Algo que hasta hace "quatre dies" se había respetado. Lamentablemente, hoy no hay "ni rei ni roc", cada cual va por donde quiere, los jóvenes son incapaces de respetar la acera a los mayores, haciéndoles bajar sin miramiento alguno.

Se autorizó por primera vez el que llegada la noche pudieran salir grupos de jóvenes cantando por la ciudad, acompañándose de instrumentos musicales, lo que se conoció como serenatas. Estas son recordadas por los mayores, entre los que me cuento, y también lamento su desaparición. Hoy la juventud se reúne para armar jarana, botellones, destrozos de mobiliario, los abuelos y antepasados de estos, cantaban plácidamente bellas composiciones, llegando a ser invitados por los que recibían el detalle de escuchar en su portal logrados cantos con voces excepcionales, en la isla siempre se contó con buenos cantores i sonadors" .
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margarita.caules@gmail.com