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La escena. Cuatro marines americanos, tipo G.I. Joe, con sus tropecientos abdominales diarios, guapos no, lo siguiente, con su formación experimentada en todo tipo de arsenal militar, capaces de matarte dos veces antes de que toques el suelo y sin que te des cuenta. Entre ellos, el Sargento Smith, un treintañero que cuando no está salvando el mundo de ataques alienígenas colabora protegiendo la selva de la tala abusiva de árboles o salvando focas en el Polo Norte. Una sonrisa que derrite hasta el corazón de hielo más duro y que ha dejado en casa una esposa, Mery, que prepara un estofado estupendo, y dos hijos, Paul y Anne, a los que quiere con locura. Por ellos se encuentra delante de una bomba atómica que únicamente él está capacitado para desactivar. Y el reloj, con su correspondiente cuenta atrás, corre sin miramientos. 00:00:13, 00:00:12, 00:00:11... Debe tomar una decisión ya, ¿cortar el cable azul o el rojo?

Hace acopio y busca en lo más profundo de su memoria esa particular clase del protocolo de desactivación de bombas nucleares que impartió el capitán Johnson. ¿Rojo o azul? ¿Azul o rojo? Y entonces recuerda su regla nemotécnica: "El rojo pasión, que te evoca el color de los labios de Mery", se dice. 00:00:01 y desconectado. Salva al mundo... Otra vez. Y suelta la frase lapidaria: "El bien triunfa siempre sobre el mal". The end.

España. Tres soldados y medio, uno de ellos salió ayer a tomar una caña con los amigos y se le hicieron las tantas. Cuenta como medio. Jura que no salió. La barriga cervecera dice lo contrario. Hoy está en misión oficial. Manda el sargento García, metro sesenta y pico y 80 kilogramos de mala baba. Delante, una bomba atómica que amenaza Plaza del Sol. Un gotarrón de sudor frío le recorre los pelillos de la espalda que empiezan en los hombros y acaban en la rabadilla. Reflexiona, "¿dónde puñetas me he metido?". No tiene esposa, ni hijos, ni un perro que le espere en casa. Piensa en la Yoli y la Lore, dos poligoneras que no sabe si preparan un buen estofado, pero que sirven los cubatas de miedo, en su medida exacta. En sus ratos libres ve 'Hombres, Mujeres y viceversa' o va al fútbol a chillar como un poseso. ¿Cortar el cable azul o rojo?

Recapitula, el día que le explicaron como solventar este marrón no fue a clase. Intenta recordar algún episodio de alguna serie americana, por si suena la flauta. Ni por esas. Se santigua y se encomienda a todas las vírgenes. Corta el rojo. Salva el mundo. Resopla aliviado y suelta su frase lapidaria: "Pues vaya potra, nene". Fin.
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