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El mes pasado se celebró en Madrid el II Congreso Internacional de la Felicidad. El evento estaba organizado por la más famosa marca de refrescos de cola del mundo, y dirigido por el divulgador científico, y anunciante de pan de molde, Eduardo Punset.

El encuentro se planteó como una especie de lluvia de ideas a lo bestia, que giraban en torno al concepto de felicidad, supongo que una manera de reciclar su famoso eslogan "la chispa de la vida ".

En la página web del evento podíamos encontrar más frases llenas de optimismo y cargadas de ilusión, a saber: "Hay razones para creer en un mundo mejor", "porque tenemos derecho a soñar y que se haga realidad ", etc. Repasando la historia, a uno le recuerdan a aquellas que se escribían en las paredes de París en el Mayo del 68: "Decreto el estado de felicidad permanente", "Sean realistas, pidan lo imposible ". La publicidad tiene el don de absorber los hechos históricos y transformarlos para vender un producto; es decir, donde se pedían ideales ellos venden mercancías, son geniales manipuladores, saben perfectamente que los llorones no venden.

Es evidente que mis conexiones neuronales no están a la altura de los ilustres invitados al Congreso de la Felicidad, por lo tanto es lógico que se me escapen algunas cosas. El precio de la entrada para el evento era de veinticinco euros, es justo decir que el dinero de la entrada fue donado a diferentes ONGs. Es decir, debíamos tener veinticinco euros (aunque fueran para una ONG), para tener acceso a este gran festival de la felicidad. El que no los tuviera seguirá igual de infeliz que antes, porque no pudo escuchar a los ilustres invitados dando recetas de cómo ser felices en un mundo que cada vez va a peor.

Se sabe que las empresas más productivas, las que están aguantando mejor la crisis-estafa y consiguiendo estabilidad y beneficios, son las que más se preocupan por sus trabajadores. Pero no por una cuestión altruista, sino por una cuestión económica "cuanto más felices sean mis trabajadores, más producirán y más benéfico conseguiré, luego es lógico que invierta en ellos, porque son el activo fundamental de mi negocio y me harán ganar dinero ". Parece evidente, si los trabajadores estén en malas condiciones, explotados, atemorizados, y hasta en ocasiones humillados, su rendimiento será, como es natural, pésimo. Y este mismo razonamiento lo podemos aplicar al país entero, a saber "cuanto más felices sean los ciudadanos más productivos, cuanta menos desigualdad exista más opciones de futuro tendremos "

Pues bien, esta obviedad no la ven ni muchos miembros de la casta política, ni los banqueros, ni los portavoces de la CEOE. Ellos quieren esclavos-consumidores-felices, vamos, la cuadratura del círculo. Se habla mucho de que los trabajadores se formen y se reciclen, pero en este país los primeros que necesitan un reciclaje a fondo, son algunos empresarios y algunos políticos.

Porque tontos no son, por lo tanto si se empeñan en llevar a sus ciudadanos, y a sus trabajadores, por la vía de la humillación, deberemos empezar a pensar que lo que realmente buscan no es el bien para la mayoría, si no el beneficio para unos pocos.

Pero que nadie este triste, para eso organizan congresos de la felicidad. Griten conmigo queridos lectores: Somos felices, ¡yupi!