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Llevo tiempo maravillándome de la envidiable capacidad de los gobernantes para lidiar con las zancadillas que la realidad les infringe cuando la justicia atrapa de vez en cuando en sus redes a quien no estaba previsto. Afortunadamente (para ellos) existe a su entera disposición un instrumento perfectamente legal que jamás dejan de utilizar y que pasa a veces bastante desapercibido, a pesar de aunar belleza plástica y suma eficacia, conjunción poco común y que desde luego no debiéramos archivar como moco de pavo. A ver si adivinan a qué mecanismo me refiero si les doy unas cuantas pistas.

- Pista uno.-Sirve dicha artimaña legal para reparar un contratiempo engorroso, como el que se produce a veces cuando un presidente de gobierno o ministro, pongamos por caso, recibe un trato exquisito por parte de algún personaje con posibilidades y capacidad de preparar escenarios favorables de índole variada, y una vez realizada la prestación, y habiendo necesitado -para llevar a buen término el servicio- la comisión de algunas faltillas sin importancia, topa inopinadamente con un juez animado por un exagerado celo profesional que de manera inoportuna opta por considerar que las faltillas no son tan irrelevantes como pensaba de buena fe el servicial mamporrero (disculpen la expresión, se me ha escapado), dado que al fin y al cabo -piensa con toda razón el conseguidor- "si no hubiera arramblado él con la pasta sobrante o con el cargo o prebenda residual de que se tratase, lo hubiera hecho otro con menor merecimiento y más cutre currículum".

-Pista dos.-Sirve también para agradecer caballerosamente la impagable discreción de algún subalterno a la hora de olvidar (o de teñir con tinta de calamar) en sede judicial ciertos detalles triviales sobre operaciones necesarias aunque no del todo susceptibles de pasar el exigente filtro que tanto estorba a veces, que algunos exagerados se empeñan en defender a capa y espada y que se conoce con el pomposo nombre de "estado de derecho".

-Pista tres.-Así mismo, el juguete ha demostrado ser muy útil para devolver la libertad y los dineros o incluso los cargos perdidos en sentencia irrecurrible a allegados del aplicador del mecanismo que, siendo en el fondo bellísimas personas, han caído en la tentación (sin duda por malos consejos recibidos) de hacerse con pequeñas sumas -a veces no tan pequeñas, pero siempre asumibles por un estado rico como el nuestro- y han tenido además el infortunio de haber sido pillados con las manos en la masa por los recalcitrantes fisgoneos de amargados metomentodo que no tienen cosa mejor que hacer que poner palos en las ruedas del progreso.

-Pista cuatro.- El instrumento empieza por i.
¡Lo adivinaron! Se trata de los indultos. Indultos aplicados con generosa gracia a impecables banqueros que contribuyeron a crear riqueza (posiblemente con especial dedicación a la suya propia, hay que reconocerlo, cosa por otra parte tan natural que no merece la pena polemizar sobre ello). Indultos a jueces prevaricadores que tuvieron quizás un comprensible momento pasajero de debilidad, fruto de la tentación tan irresistible que provoca la posibilidad de dar una colleja a un veterano enemigo. Indultos a altos cargos de la administración que siguiendo con naturalidad un instinto atávico han conseguido adjudicaciones para sus empresas, un poco forzadas quizás, como no podría ser de otra manera, máxime cuando es sabido que a veces con tanto entramado de empresas, sociedades y tanto lío uno ya no sabe ni lo que hace, ni de dónde le caen las adjudicaciones. Indultos en fin a personajes que -no lo olvidemos- ya han sufrido bastante durante sus procesos judiciales al comprobar incrédulos como sus casos no se veían beneficiados por el sobreseimiento que se produce cuando el delito prescribe. Piensen que la prescripción del delito por dejadez, descuido o arrinconamiento del expediente en ángulo oscuro es otro de los mecanismos de ingeniería del escaqueo más brillante creado por la mente humana. A las ventajas que aporta el indulto, se suma en el sobreseimiento el ahorro del proceso, que sabemos que resulta costoso y largo, amén de evitar la exhibición a la luz pública de asuntillos que de ninguna manera hubiera convenido airear, ya que alientan en las mentes retorcidas de los ciudadanos indignados sentimientos de impotencia que pueden conducir a la postre al odio y a la rebelión.

Brindo pues desde esta tribuna un homenaje a los creadores en nuestra Constitución de esta espectacular herramienta, y sobre todo felicito a los gobiernos de distinto signo que han sabido hacer un uso justo de ella interpretando en toda ocasión el sentir popular al haber librado de la cárcel a personas tan queridas por el pueblo, y que si nos han robado o engañado ha sido por nuestro bien o en momentos de ofuscación comprensibles dado el estrés al que están sometidos por el desgaste que les supone el monumental empeño de arrimar sin desmayo el ascua a su sardina.