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Hasta hace relativamente pocos años un cierto número de menorquines conocían perfectamente la "Place de la République" en Paris. De allí parte (o allí termina) la Rue du Temple, una zona clásica de mayoristas de bisutería. Durante mucho tiempo los industriales menorquines se la patearon para colocar sus fabricados a los clientes franceses. Pero hace ya varios años la calle se ha convertido al "orientalismo comercial". Donde antes había empresas francesas, ahora las hay chinas o taiwanesas. Otra evidencia de esa inevitable globalización comercial.

Hará casi veinte años el sector de la bisutería menorquina había proyectado alquilar un local en esta calle para poder disponer de un punto de apoyo comercial común y propio en el centro mismo del mercado francés. Dos miembros del comité de aquellos años, Pedro Masa y yo mismo, fuimos comisionados para realizar una visita de estudio a la zona con el fin de aconsejar locales que fuesen convenientes para nuestros propósitos. Vimos muchos, los listamos anotando sus características específicas y los acompañamos del correspondiente informe jurídico-legal.

Se contaba con el apoyo del ICEX y del Govern balear de la época. De vuelta a Mahón, y después de varias reuniones, la iniciativa comercial se frustró por la desunión de los fabricantes menorquines algunos de los cuales justificaron su negativa a participar en aquella "joint venture" por miedo a tener que compartir sus clientes con el resto de fabricantes. Tuvieron miedo comercial. Prefirieron mantener sus supuestos "numerus clausus". No confiaron en la excelencia de sus productos para competir sino que pretendieron ocultar los otros para mantener su supuesto coto cerrado.

El miedo a compartir y los celos por querer mantener un supuesto mercado cautivo pueden ser naturales pero al final pasan factura en un mundo globalizado. Muchas de aquellas empresas que se opusieron a aquella iniciativa ya no existen. La competencia es buena y necesaria. Pero solo se puede competir ofertando un buen producto comercial / industrial / turístico, etc. Quien ofrezca un producto no diferenciado del de otros tendrá una competencia más cruel ya que tendrá que superar a esos otros ofreciendo mejores precios (y por tanto recibir menores beneficios). Solo la diferenciación, la calidad y la constante mejora del producto pueden conseguir un lugar en la maraña comercial actual.

Eso también pasa en turismo. Vemos como siguen cayendo todas las estadísticas de visitantes y resultados en el gasto medio del turismo que recibe Menorca. ¿No debemos ya de listarnos una serie de preguntas para saber lo que se hace bien y lo que se hace mal? ¿Para aumentar el número de turistas es suficiente apelar hoy el atractivo natural de la Isla sin añadirle otros? ¿No es el resto del Mediterráneo también atractivo? ¿No hace ya demasiado tiempo que venimos discutiendo que tipo de "marca" debe de tener la Isla sin tomar nunca ninguna decisión? ¿No es el clásico tan menorquín de "qui dia passa, any empeny" perjudicial para la Isla? Menorca debe competir en el mercado mundial y para ello debe tomar decisiones que, no olvidando aquel ejemplo de las empresas bisuteras desaparecidas, impidan que el turismo de la Isla quede estancado o entre en declive al no poder competir en un Mediterráneo ya globalizado.

Notas:

- Siempre recordaré los ojos ilusionados y curiosos de los niños cuando iba al circo con mi hijo. Aquella ilusión de ver la selva en su ciudad les entusiasmaba. Aprendían naturaleza (y cómo dominarla). Ahora algunos protestan contra esas ilusiones. En unas "porquetjades" vi a un tipo que, cuando colgaban de sus patas traseras y mientras degollaban al pobre cerdo (que "grinyolava a totes"), i mientras se desangraba, "xumava com un porc i cantava 'volem vi, volem vi' ". Es el tipismo de la sangre y el alcohol. Me dicen ahora que es uno de los que hace unos días estuvieron en Es Castell para protestar contra el circo por maltrato a los animales. Son los mismos que están contra los toros y que luego apoyan el sadismo de los "bous entorxats". Son los mismos que acorralan a un pobre caballo en medio de una plaza infestada de gente (normalmente bebida) intentando desquiciarlo para que salte más. Un tipismo localista que pretende justificar estas dos varas de medir.

- La vertebración de una sociedad, la tan manoseada cohesión social, solo se consigue con y desde la libertad. Cualquier imposición no hace sino atentar contra aquella porque se basa en medidas discriminatorias y totalitarias y no en la voluntad libre de los ciudadanos. Una normativa cultural que impone una falsa cohesión social (precisamente por ser impuesta) es un brindis al sol del totalitarismo.

- Defender la modalidad lingüística menorquina no es ir ni estar en contra del catalán estándar. Es solo defender la supervivencia de "lo nostro". Es un defendernos de la planta invasora, vaya.

- Mi solidaridad con Jorge Campos por ser honesto y coherente con sus ideas. Un abrazo, amigo.