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Parece que un número importante de ciudadanos dice creer que los políticos son uno de los principales males de nuestra sociedad. Son tachados de corruptos, origen y causa de todo lo que no funciona, de poco dados al trabajo y, por si faltaba poco, dicen que cobran una barbaridad. Además, para ahorrarse el esfuerzo de estudiar el tema y conocer si están ajustadas a verdad las descalificaciones, dicen que todos son iguales, tirios y troyanos. La consecuencia lógica es el alejamiento de la política, el descenso de participación en las elecciones, la baja afiliación a los partidos y de rebote, aunque por otras causas, a los sindicatos.

La Constitución española, en su artículo sexto reza así: "Los partidos políticos expresan el pluralismo político, concurren a la formación de la voluntad popular y son instrumento fundamental para la participación política".

Parece conveniente remediar errores y comportamientos que hacen rechinar el pacto entre los ciudadanos y los representantes que han elegido. Solución para el caso tiene cada uno la suya, me temo.

Lo que es de difícil comprensión son las motivaciones que tiene un ciudadano para dedicar parte de su vida a la gestión de la cosa pública. ¡Con la que está cayendo!.

Dice un amigo estudioso del problema que los impulsos son tres. El altruismo de cada uno.Creer en un proyecto de ordenación pública que solucione las necesidades de los ciudadanos y dedicar unos años de su vida a tal menester le satisface. El segundo impulso es satisfacer las ansias de progresión/reconocimiento social, que parecen cubrir el ejercicio del pequeño poder, y por último alcanzar la retribución económica que comporta el sacrificio.

En la medida que el primero tienda al infinito y los otros a cero tendremos un candidato bien dispuesto para cubrir el cargo. Si además está adornado por conocimientos suficientes, capacidad para llegar a acuerdos con los propios y los ajenos, habilidad para interpretar los deseos de la mayoría y añadimos maña para explicar por qué no se pueden hacer ciertas locuras, aunque sean deseadas, tendremos al modelo digno de clonación.

Altruismo, el preocuparnos por los otros, no es universal. El egoísmo, cada uno el suyo. La mezcla de los dos forma el proceder de todo individuo.