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Interrumpo mi redacción de notas, aquí publicadas, de pensamiento económico dirigidas a desvelar la limitación ideológica de las teorías y políticas de "laissez faire" a diferencia de la entidad humanista del keynesianismo y sus aplicaciones económicas. Lo hago para salir al paso de una situación insostenible para la sociedad española: La continuidad en el Euro si no cambian radicalmente las políticas económico-financieras que impone la UE a través del BCE y del gobierno de España, aunque me temo estamos en una senda sin retorno posible.

Tengo presentes dos acontecimientos históricos de nuestra época: 1) Las deudas externas de los países latinoamericanos y del tercer mundo, que todavía colean desde los efectos maquiavélicos acaecidos después de la crisis del petróleo que convirtieron deudas privadas en deudas externas públicas de aquellos países respecto a bancos norteamericanos y de estados occidentales con servicios de deuda usureros, frutos de una codicia despiadada, impulsada por las políticas monetarias restrictivas de R. Reagan y de M. Thatcher. Y 2) el inteligente abandono del Reino Unido del Sistema Monetario Europeo en septiembre de 1992, cuando G. Soros especuló contra el Banco de Inglaterra, aprovechando los límites marginales de fluctuación cambiaria, siendo entonces el marco alemán la moneda ancla del sistema que propiciaba las especulaciones internacionales contra las otras monedas europeas del SME de entonces, incluida la peseta que tuvo que devaluarse repetidas veces. Inglaterra aprendió la lección, pero España no; y nos encontramos hoy con una situación muy análoga, pero con el agravante que el gobierno español no puede intervenir soberanamente sobre el cambio de la valuta, el euro engañosamente común, que controla también principalmente Alemania.

Pienso ha llegado el momento de cifrar las consecuencias que tendría para España la salida voluntaria del Euro, antes de que siga creciendo el nivel de endeudamiento de este país, fruto de una equivocada política de rescate de unos bancos que deberían desaparecer, como consecuencia lógica de los principios mercantiles que informan la cacareada economía de "laissez faire" y que ahora la poderosa clase liberal, política y financiera, quiere imponer que sean los ciudadanos quienes paguen los intereses con los sacrificios de varias generaciones, de hijos y nietos. Estamos ante una escandalosa usurpación de recursos a los ciudadanos (particularmente a los funcionarios), por parte de una clase dirigente que va de salvadora del Estado.

Por favor, no propongo una precipitada salida de España del Euro, insisto que cualquier decisión, la permanencia o la salida hay que valorarla en costes. Dicho de otra manera, los ciudadanos tenemos derecho a que el gobierno justifique abiertamente, dando cifras, las causas de esta y otras múltiples decisiones que viene adoptando sin argumentos y formas suficientes, que minan gravemente los valores ciudadanos y el estado del bienestar. Técnicamente se trataría de formular diversos modelos hipotético deductivos o contrafactuales, que comparasen los indicadores económicos básicos de la coyuntura económica española del presente y para los próximos años prevista por diversos organismos internacionales, con los indicadores hipotéticos que podrían calcularse fruto de teoría económica aplicada y adecuada para la práctica de este tipo de análisis como resultado de imaginarse razonablemente la existencia de una España fuera del Euro. Se trataría de calcular el ahorro o gasto social de la economía española, comparando las cifras reales con las hipotéticas, como consecuencia de continuar o salirse del euro. Hay técnicas para hacer este cálculo aproximado de costes comparados, entre el coste real y el coste hipotético deductivo que supondría imaginar una economía como la española fuera del Euro. Siempre es mejor practicar un análisis con cifras resultantes de un cálculo razonable, que no dar ningún argumento medido. Luego se vería lo que resulta más conveniente y me temo que lo mejor sería para España salirse del Euro cuanto antes mejor, pero una medida así requiere argumentos robustos y cifrados.

En las ponderaciones de costes no sólo habría que calcular los costes o ahorros sociales para la economía española, sino también los derivados de los efectos de la decisión en la que estamos o de los derivados de salirse del Euro por parte de España en sus repercusiones sobre el resto de los países miembros del SME, particularmente sobre Alemania, que actúa de modo numantino (estilo impensable en el mundo anglosajón). Comercialmente España no saldría de la UE, pero recuperaría el importante instrumento de su política monetaria nacional y las ventajas de medirse con otras zonas monetarias donde España tiene intereses comerciales crecientes. Dicho de otra manera, la salida de España del Euro supondría, además de unos efectos medibles para la economía española, una amenaza para la economía europea, cuyos efectos tendrían que cifrarse también en concreto para todas las partes implicadas. Asimismo nos encontraríamos ante un nuevo escenario que obligaría a los demás países miembros tomar medidas cautelares que suavizarían los pretendidos efectos desastrosos para una economía saliente del Euro.
Quienes defienden que una moneda común es una institución integradora para la economía europea yerran en todos los planos, también en el lógico, al contradecir la visión competitiva de sus defensas del mercado y su enfrentamiento a los monopolios. El monopolio que supone una moneda única como el Euro no les parece mal ¿En qué quedamos? No obstante mantienen cínicamente la competencia especulativa en base a la diversificación monetaria por países mediante la prima de riesgo para cada país miembro. Estamos en manos de políticos erráticos en términos de pensamiento y de sentimientos. Me pensaría la salida del Euro y la vuelta a la peseta.

Fabián Estapé, catedrático y gran economista español del siglo XX, recientemente fallecido, nunca fue partidario de la entrada de España en el sistema Euro. Estapé escribió: "Naturalmente, no fui muy partícipe de la alegría volcánica que despertó el ingreso –tan querido por el entonces presidente del Gobierno, José María Aznar- en el euro; sobre el cual, repito, se derramaron millares de bendiciones urbi et orbi, tanto por parte gubernamental como también por la oposición. Aunque, todavía a día de hoy, ni unos ni otros se atreven a señalar con precisión los frutos cosechados para la economía española, y menos ahora que la moneda talismán ha pasado a ser una patata caliente que nos presenta cada mañana una nueva faz de desasosiego" (La pela siempre será la pela, "El Economista, 30 agosto 2011).