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Quizás lo pragmático, sería pasar página, mantenerme aquiescente; pero entiendo mi responsabilidad, como un ejercicio de integridad, que me impulsa a no pasar por alto, algo que valoro como un grave desacierto, que degrada el clima fundamental para caminar, no sé si hacia delante, pero sí a hacerlo bien.

Decía Dante, en "La Divina Comedia", que los lugares más calientes del infierno, estaban reservados, a aquellos que no se significan en una situación de estrés emocional; y ésta lo es.

Se pretende confundir a la población planteando la quimera, que es posible mantener la misma calidad, invirtiendo mucho menos, en este caso en sanidad. Cualquier analista veraz, es consciente, que la sostenibilidad económica del sistema, está desde hace décadas, sujeta a un endeudamiento continuo. Y la explicación es muy obvia, los presupuestos destinados, quedaban y quedan cada vez más, muy lejanos de satisfacer las necesidades.

En una escala de prioridades, la atención sanitaria adecuada, como la educación, ocuparían, sin dudarlo, uno de los primeros puestos a decir del destinatario de dichos servicios, que huelga decir somos todos. Mejor no lo podía decir Goethe al apuntar "lo que importa más no puede estar a merced de lo que importa menos". El patrimonio que suponen nuestros hospitales, y colegios es solo comprensible en el capital de los valores que acogen y protegen; la salud y la enseñanza, de la que nace el conocimiento, valor que durante demasiados años nos hemos ocupado de descapitalizar.

Es fundamental, se sepa desvincular las reivindicaciones, de cualquier ideal político, del abanico parlamentario actual. No me siento representado, y mucho menos protegido, por éstos, aquellos, ni los de más allá. El concepto clásico de política se ha desvirtuado. Es tan patológico el discurso, que corremos el riesgo, como han sufrido otros colectivos, de ser tildados de politizados, como fórmula de desprestigiar y envilecer nuestros reclamos. Fíjense cuán paradójico y pobre es el argumento de apología al que suelen acogerse, aquellos que pretenden conducir nuestros destinos. Hasta dónde han llegado a menoscabar su propio ejercicio de responsabilidad, que han convertido la palabra política, en algo poco menos que un insulto, un nominal o calificativo de menosprecio, manipulación, y en definitiva falsedad.

Somos personal sanitario en este caso médicos y podemos establecer un diagnóstico inequívoco de hastío, insatisfacción; al ser víctimas como toda la población de una gestión enfermiza e interesada de los servicios públicos. Hasta cuándo debemos soportar más esta tiranía. El rescate imprescindible, es el moral, el de los principios, la verdad y la transparencia.

Ahora tocan directrices ejemplarizantes que pretenden promover el ahorro y presunto incremento de la eficiencia; sobre los pusilánimes pilares, del rechazo frontal de aquellos que tenemos que ejecutarlos, y la presunta idiotización colectiva que subyace en el conocido refrán popular que reza "mal de muchos consuelo de tontos". Lo que estamos viviendo traduce la existencia de una desconfianza en profesionales que para nosotros la merecen toda, que en la gran mayoría de los casos han integrado su vocación en lo más profundo de sus vidas, desprovistos demasiadas veces, del reconocimiento, que entendemos merecemos. Amparados en la explotación del pánico y el miedo.
En esta situación de dificultad, que nos ha tocado vivir; la fiscalización del trabajo, la sombra de la duda, el error en la identificación del enemigo, y en el diagnóstico del problema, nos puede dejar exhaustos a todos y con relaciones rotas o muy debilitadas.
Decía Blasie Pascal padre de la entrevista motivacional, "generalmente las personas se convencen más por las razones que descubren ellas mismas, que no por las que les explican las demás". El estamento político no se mueve de forma transparente, promoviendo un discurso convincente, que nos permita, acoger como propias e imprescindibles las medidas que se propugnan.

No nos impregnamos de la esencia, no entendemos las razones, y cuando nos parece entenderlas no las suscribimos. Sin confianza en nuestros profesionales, no saldremos del atolladero. Es el momento de ser claros, de equilibrar los balances económicos, pero sabiendo que esto solo será posible si lo hacemos respetando los personales. Es imprescindible invertir atención en las pequeñas cosas, mantener los compromisos, aclarar las expectativas y sobre todo demostrar integridad.

Estamos totalmente convencidos, que es necesario un golpe de timón. En el que no les quepa duda, como hemos hecho siempre, no existirán fisuras en el compromiso con el trabajo y la responsabilidad, por nuestra parte. El sistema sanitario se halla en franco peligro, está gravemente herido, pero somos parte ineludible de la solución.

Cualquier sistema productivo y en una visión simplista, pero legítima éste lo es; debe centrase en un equilibrio entre el producto y la capacidad de producción. Se mezcla en él una visión romántica y real, que marca como objetivo, un producto de la máxima calidad, uno de los bienes más preciados, la protección de la salud.

Se asimila sin duda, en una visión agrícola del proceso; sembrar, cuidar y recoger, sin posibles atajos. Pero en este caso, conjugando en la ecuación, anhelos, inquietudes, deseos e indispensablemente emoción e ilusión. Todo ello define un capital intangible, incomparable, invendible y por supuesto impagable.