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Acompañé a mi hija a la biblioteca del pueblo, y mientras ella hacía una tarea escolar con alguna de sus compañeras, me fui a la estantería de las revistas para hojear algunas y matar el rato. Cayó en mis manos una de esas revistas de decoración, editada en papel satinado y con fotos a todo color. Salían casas impresionantes, con piscinas imposibles y cocinas donde se podía jugar la final de la Eurocopa de fútbol.

Lo que más me llamó la atención fue una anuncio que rezaba: "Un antes y un después en su vida ", iba acompañado por la foto de un grifo de diseño y en letra pequeña se podía leer el precio del artilugio, 1.050 euros más IVA.

Les juro que era solo un grifo, leí y releí en busca de las prestaciones que ofrecía por si encontraba alguna que justificará su precio, no sé, por si salía aceite de oliva en lugar de agua, por si te masajeaba las manos mientras te las lavabas, o tal vez emitiera hondas de la felicidad cada vez que entrabas al baño a lavarte los dientes, o si por lo menos estaba forrado en platino y diamantes; pero nada de eso, era solo un grifo del que salía agua, caliente o fría, eso sí.

Intenté imaginar quién se gastaría más de mil euros en un grifo, en qué baño lo colocaría, en qué casa iría ese baño, en qué parcela iría esa casa, qué coche guardaría en su garaje, qué jabón utilizaría, supongo que, para ir al nivel del grifo, debía ser un jabón hecho con plantas exóticas traídas de las montañas de Himalaya, no veía yo un jabón del Mercadona o del Eroski al lado de ese grifo, aunque quién sabe, igual lo compraba un millonario excéntrico que quería demostrar a sus invitados que no olvida sus orígenes humildes.

Es un mundo de locos, alguien decide invertir en investigación y desarrollo y en lugar de hacerlo en la lucha contra una enfermedad, mete su dinero y su tiempo en diseñar un grifo, en el proceso colaboran licenciados expertos que, tras años de durísima carrera, encuentran su máxima satisfacción en fabricar un grifo, un empresario lo pone a la venta sumándole a los costes su parte, y un cliente se lo compra porque piensa que habrá un antes y un después en su vida por poseer ese grifo.

Pero aún siendo extraño todo este proceso, lo que realmente me hace pensar que vivimos en un mundo de locos, no es el hecho de que alguien compre el grifo, sino el hecho de que haya personas que lo encuentren barato.

Mi hija me sacó de mis inútiles reflexiones con un: ¿qué haces papa? A lo que no tuve más remedio que contestar: ¿Has pensado alguna vez hija en abandonar la idea de estudiar, para hacerte diseñadora de grifos? A lo que ella, con el punto impertinente que da la adolescencia, me replicó: Y tú, ¿no has pensado en dejar de leer revistas de decoración, y ponerte a cambiar el grifo del baño que gotea desde hace semanas?

Lo dicho, queridos lectores, un mundo de locos más IVA.