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Este diario se hacía eco, recientemente, de una de las afirmaciones del psiquiatra Luis Rojas Marcos, durante su conferencia en el Foro Menorca: hablar, aumenta la esperanza de vida. Estadísticamente, las mujeres expresan con mayor frecuencia sus sentimientos y emociones, con todos los beneficios para la salud que ello comporta. Pero también hay hombres que rajan sin parar. Lo que aun no está claro, es si eso resulta tan beneficioso para el que los escucha.

Por otro lado, el escritor Juan José Millás nos dice que "una sociedad que no habla bien, tampoco piensa bien.". Si no sabemos distinguir entre un gran orador y un tertuliano de la tele, no debería extrañarnos de que, como sociedad, luego no consigamos dar pie con bola.

Juntando las dos noticias, queda claro que no es nada bueno quedarse callado, guardándose las penas y cabreos dentro de uno mismo, aunque tampoco conviene decir lo primero que se nos ocurra ni hacerlo de cualquier manera,. Dime como te expresas y te diré si te entiendo. Nadamos en un mar de palabras, palabrejas, palabritas y palabrotas…

Estamos hechos de carne, huesos, vísceras, células, piel…y vocablos. Hablar nos hace únicos e irrepetibles. Nuestro lenguaje es nuestra respiración social. Tan necesario, que no podríamos sobrevivir mucho tiempo sin comunicarnos.

No darle importancia a lo que decimos y a cómo lo hacemos, nos llevaría a una sociedad caótica, idiotizada o defectuosa que, tarde o temprano, se hundiría sin remedio en la mediocridad, la enfermedad y la decadencia. Las palabras tienen un inmenso poder. Lo supo el centurión: "Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme". Las palabras vacías de fe, son como esqueletos sin vida. Y con ellas también podemos mentir, tergiversar, herir o confundir a nuestros semejantes.

Las palabras pueden ser movedizas, como en una campaña electoral. "No iba a subir el IVA, pero ahora las deudas me causan dudas. Lo que os dije no me compromete, porque todo va cambiando demasiado aprisa, la situación es chunga y cuando los planes que teníamos fallan, no queda más remedio que improvisar".

Cuando queremos, buscamos la manera de expresar de forma precisa y estética nuestros sentimientos, pensamientos y chascarrillos. La belleza nos acompañará si somos sinceros y respetuosos con tantas palabras que hemos heredado de nuestros mayores, junto a otras que nos hemos ido encontrando casualmente por el camino. Cuando queremos, es mucho más probable que podamos o consigamos decir, incluso aquello que parecía indecible.

La educación resulta esencial para mejorar nuestra expresión, comprensión e idiosincrasia. Si aprendemos a hablar y expresar sentimientos, ideas, emociones; si sabemos explicar lo que nos ocurre con claridad y sin subterfugios; si somos sinceros, veraces, elocuentes…seguro que aumentaremos, individual y colectivamente, nuestras opciones de futuro...

Solo gracias a las palabras, podemos vencer a la soledad, la incomprensión y el silencio.