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No hay nada mejor que encontrarse en medio de la situación que obliga a hacer lo que uno quiere. Eso deben pensar en el gobierno, que tras anunciar alegremente cada medida no hacen otra cosa que excusarse con que las circunstancias mandan y que ellos tan solo las obedecen. Valiente forma de gobernar. Y es cierto que la realidad se ha vestido de gris, que todo pinta mal y sin colores, que no hay mucho margen de maniobra y que cada dedo que se mueve tiene devorada la uña en contraposición con las pocas manos ofreciendo ayuda, que se las dejan muy largas. Avaricia. Pero no es cierto que solo haya una manera de afrontar la situación, ni siquiera es verdad que solo haya un método para una misma forma. No hay nada más que mirar alrededor. Sí. Falta dinero y se ha de recortar en gastos mientras no haya mejores ingresos. Eso nadie lo niega. El problema es que dependiendo de qué incluyas en esa lista de gastos puedes reducir y retrasar todavía más el aumento de los escasos ingresos, que es el verdadero problema. Es el pez que se muerde la cola. Son los matices los que cambian las cosas; o por lo que no cambian.

Nada nuevo. Y así tras un portazo viene el siguiente. Una a una se van cerrando cada vez más puertas hacia la salida mientras la irresponsabilidad entra a patadas en todas las casas con facturas pendientes, vaciándolas primero de pertenencias y más tarde de sus dueños. La fortuna de unos pocos financiando la mala suerte del resto, programándola y ejecutándola a control remoto, tras la más simple sinopsis: quiero más. Son las cifras las que marcan el ritmo impar del egoísmo que se ha apropiado del sentido común propagando vergüenza ajena e indignación por todas partes. Pero las calles están amordazadas de repercusión. Y solo se oyen los ladridos de los que vigilan que todo siga igual, empeorándose en el mejor de los casos, que todo siga así, manteniendo las grandes riquezas aun a costa de superpoblar la pobreza. La microeconomía grita ayuda cada vez más numerosa. La macroeconomía es sorda de multitudes y manca de tender la mano.

Se puede hacer mejor de otra manera, incluso se podría hacer mejor de la misma forma. Lo que parece realmente difícil es imaginar cómo empeorarlo, hacerlo peor se me antoja imposible. Y es que nunca se había perdido tanto en tan poco tiempo, al menos tan absolutamente para nada y sin guerra de por medio. Los resultados de cada medida se materializan solo en tener que realizar una todavía peor que la haga buena retroactivamente. A cada paso estábamos mejor en el de antes. Y no hay voluntad de dejar el camino. Lo irrenunciable se va quedando en la cuneta sobrevolando el abismo de no querer darse cuenta. Y no es que no haya solución es que para algunos no hay problema.