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A vueltas con lo mismo, y no me canso. De nuevo voy a dedicar una de mis 'Xorradetes', según Pablo Cardona Natta y no Orfila como le llamé. Añadiéndome en su escrito: no hay nadie como tú (refiriéndose a esta servidora), haciendo faltas de ortografía, a la vez que intentaba regañarme.

Ello me recuerda a Paco Fàbregues al cel sia, corrector del diario. Cada vez que me lamentaba de mi carencia de acentos y tildes, de haches, bes por uves o al revés, con su amabilidad que lo caracterizaba añadía: Lo importante es la inspiración, saber siempre qué escribir, tenir coses per explicar. De lo contrario no dispondría de este trabajo y tampoco los empleados que ocupan sus puestos en todas las editoriales, a la vez que me enseñaba el pliego que esperaba en su mesa de trabajo, para que me diera cuenta que no era la única que precisaba de ser revisada. Como testigo de la charla, un póster del Che Guevara, ocupando una de las paredes de su garito.

Gracias Pau, me has hecho evocar recuerdos preciosos de 1980 cuando me solicitaron que escribiera. Por aquellas fechas aparecía en las paginas centrales por las cuales percibía mil pesetas y quinientas en el resto. En verano me encargaban especiales de los pueblos, a los que iba en bicicleta, Sant Lluís, Sant Climent, Es Castell, con un calor y unos sofocos, que ni te cuento. Ya te iré contando, hay tanto por decir. Debo dejarte compañero, hoy me dirijo a mi querido barrio. Pero antes debes saber que los actuales colaboradores no percibimos nada mas que la satisfacción de ser portadores cada cual de su tema en nuestro "Menorca", siempre tan entrañable. ¡A lo que iba!

Me encuentro en lo alto del mirador, en la barana, el tramo frente la calle de santa Catalina, la cual todas las mañanas era visitada por vecinos para conocer de dónde procedía el viento, a la vez que contemplaban las nubes, descubriendo su significado. La lectura de las mismas y el conocimiento de lo que iba a acontecer, me refiero atmosféricamente, sorprendía a los incrédulos. Faltaba mucho para que llegara aquel Mariano Medina de la televisión española. No todos los hogares disponían del fraile de cartón, con su capucha y su vara indicativa de viento, lluvia, nublado, seco. Solía ser uno de los regalos de boda, colgándose en un lugar visible, como si fuera parte de la decoración del nuevo hogar.

Desde el mismo mirador de piedra caliza, repleto de desperfectos y erosiones del paso del tiempo, se averiguaba la hora en que uno se encontraba. En la torre de la isla Pinto o Estación Naval, las manecillas del reloj al estilo puerta del sol, no paraban de girar.

Recopilé, escribí y fui recogiendo infinidad de datos del lugar, y ahora, a estas alturas de mi vida en el umbral de los setenta, me lamento de haber despreciado algún dato más. Entre el papeleo, elijo uno al azar. De aquel puente de madera que unía al Arsenal la isla de Pinto, que los primitivos conocían como illa des Gegants. Fueron estos, los gigantes y los submarinos los que en noches de fuerte vendaval, cuando parecía que el rey Eolo, nos arrancaba las tejas, de la casa me daban pavor. Hacia poco que en Bonxa, marinero de la motora, desde la proa de la misma, me hizo mirar al frente indicándome… que en aquel instante acababa de pasar uno de los gigantes…

A nuestros antepasados, lo que se dice inventiva, no les faltaba, para denominar sus cosas. Al islote de las Ratas, por su forma se le conocía por illa Redona. En los tomos de la historia nos hablan que en el siglo XV se la conoció por s'illa des Penjats.

Sorprendiéndome que en ningún lugar he visto referencia alguna, de s'illa des morts, cuando lo escuché infinidad de veces sentada entre hombres de mar, pescadores, mestres d'Aixa, homos d'estrall y los de la motora. Lo que me hace pensar que fue denominada de tal manera por los de aquella misma edad, que de pequeños tantas veces habían ido a jugar en la misma en busca de restos. Tan solo una vez en el Dineret, oí tal denominación, lo que me verifica que no dic cap disbarat.

No debo olvidarme de la isla del Rey, Hospital Militar, construido por los ingleses llamándola Bloody Island durante su primera dominación ( 1713-1756). Benditos setenta años de dependencia británica, impulsores de la economía de nuestra isla, conocida por todos, incluso se llegó a decir de ella que era centro comercial y de contrabando de primer orden del Mediterráneo.

Ya que he citado los submarinos, a ellos me voy a referir, aquel lejano 5 de Junio de 1920. La prensa había hecho referencia a su próxima llegada, comunicando que eran los primeros submarinos con que contaba la marina española. Fueron despedidos entre vítores y aplausos por los cartageneros. Antes de llegar a Mahón, hicieron parada en el puerto valenciano, dirigiéndose a la base de Sóller. Por aquel entonces mi padre tenía 13 años, solía explicar que fue como las fiestas del pueblo, todos les esperaban y lo que más le impactó fue escuchar a su padre y otros hombres que como él faenaban en el mar. Al llegar a la altura de la cala de Punta Prima, desaparecieron de la vista de todos cuantos habían acudido al lugar, me imagino que fueron los payeses de la finca y de otras colindantes. Al día siguiente se supo que se habían sumergido seis metros. Algo que para muchos era difícil de comprender.

Encabezaba el convoy el 'Audaz', destructor al mando del capitán de fragata D. Mateo García de los Reyes, a continuación los torpederos 1 y 14. Cuando todos estaban entusiasmados observando aquel sereno mar, se sobrecogieron al observar cómo emergía justo frente a la Base Naval, el A-1 bautizado como Monturiol, el A- 2, Cosme García, el A -3 Isaac Peral.

Durante los tres días que permanecieron amarrados fueron visitados por infinidad de curiosos, quedando amb sa boca oberta ante tanto avance, era inimaginable, a la vez que inenarrable.

El día 8, salió un bando acompañando de tamboril, paseándose por todo Mahón dando la noticia que la mañana siguiente a las nueve, saldrían los submarinos rumbo a Mallorca.
Aquella gesta dio para mucho. Varios ancianos iban vendiendo panfletos con las consabidas glosas dedicadas a los mismos. Una de las pastelerías más populares elaboró unos pasteles que bautizó como submarinos, realizados a base de pasta de hojaldre rellenos de merengue, en forma alargada con punta a ambos lados. La prensa, también se vio beneficiada, con un nuevo tiraje y las tertulianos de casinos y cafés, no hablaban de otra cosa, haciendo referencia a la inmersión. Coses de bruixes, decían las vecinas de la calle de san Juan.

Los A-1, A-2 y A-3, fueron construidos en la casa Fiat en la dársena del puerto italiano de Spezia. Parece ser que tan solo llevaban tres años en España.

El Isaac Peral, doce años más tarde llegó de nuevo al puerto de Mahón, remolcado por el vapor Canalejas, para ser desguazado en cala Figuera, habiendo sido comprado por don Vicente Marí, el mismo que obsequió a su amigo Gregorio Caules con la bomba de aceite del mismo, que esta servidora guarda como una auténtica reliquia. Este submarino había sido construido en Quiney (Estados Unidos) por Fore River en Lhipluildnig.

Son ya muchas las veces que he ido repitiendo, la admiración del mecánico de la motora por su superior el almirante don José Riera Alemany, (abuelo materno de la entrañable Mercedes Cano) su abuela, doña Rosa Pers, fue la madrina de la bandera de combate entregada al submarino A- 2. Doña Rosa fue representada por su hija la señorita Margarita Riera Pers. Presidió la ceremonia el alcalde de Mahón, don Pedro Pons Sitges. El acto se llevó a cabo frente al local de la Liga Marítima el 2 de septiembre de 1920. El estandarte fue bendecido por el obispo de Menorca D. Juan Torres y Riba.

La vida continúa, y aquel balcón del puerto de Mahón ha visto desfilar infinidad de acontecimientos.En esa época, las familias se dirigían a baixamar, unas a tomar baños, otras con destino a la caseta, o a pasar el día a las recoletas calas de la ladera norte, que era la preferida para encontrarse con una jornada de total asueto. Mientras las mujeres se refugiaban a la sombra de un arbusto o bajo una sábana colocada a modo de toldo, los chiquillos nadaban, jugaban, sintiéndose felices transportando la felicidad a sus familiares. A la hora de comer las madres repartían de sus cazuelas la comida que de buena mañana habían preparado. Predominaba la ensaladilla rusa, milanesas y sandía o melón que se depositaba en una charca hecha en el momento de llegar, junto con la bebida para que se refrescara. Todo muy sencillo, sin pretensiones. Sobre las tres de la tarde, cuando el sol caía de lleno, se presentaba quien fue uno de los hombres más populares, Mateo Martínez, cargado con su heladera de corcho, repleta de mantecado y una caja colgada por el cuello con sus galletas, neules, elaboradas en su obrador junto a su esposa na Fina. En este día, mi recuerdo para aquel matrimonio que fue parte importante de la ciudad. Los helados La Montañesa son irrepetibles. Vendrán muchos italianos, pero como ellos ningú.

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margarita.caules@gmail.com