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La economía cada vez se parece más a un casino. Los pocos que tienen mucho dinero, todavía y siempre, van haciendo sus apuestas, unos contra otros y todos contra el sentido común. Es una guerra de billetes y múltiples estrategias para que sea el otro quien los pierda. España hace tiempo que se quedó sin fichas y ahora forma parte del tablero, se juega sobre ella, al desastre o al remedio, al doble o nada, y de momento siempre se dobla la pobreza. Aquí cada vez hay menos para repartir, aquí cada vez son más las partes. A nadie le importa o nadie lo impide, o nos falta la forma o nos sobra el conformismo de 'quien paga manda'. Y sin embargo, paradójicamente, lo que finalmente se decide lo acabamos pagando entre todos, que no mandamos nada.

Lo dicen en las noticias, lo explican por la tele, hacen documentales que lo prueban y denuncian. Todos lo saben: la economía es un juego que adapta las reglas al tramposo más solvente. La economía es un juego, sí, y ésa es la verdadera trampa. El dinero que falta no existe . El dinero que falta no lo necesita quien lo exige. Y el dinero que sí está no fluye, porque lo colocan detrás de las presas de la codicia, levantadas con leyes y vista gorda para generar precisamente más dinero ficticio, más deuda que nadie paga, pero a la que todos se deben. Quiero que me debas más miles de millones, dice el Mercado. Quiero que te sometas.

En España la Prima de riesgo no ha dejado de apuntar cada vez más arriba: haz lo que quieras y me disparo, haz lo que te digo y te mato, parece decir. Y sin opción no hay margen de maniobra y sin margen de maniobra no hay quien restaure la ruina. Todo se derrumba: primero la ilusión, más tarde la forma, luego las maneras, le sigue la clase media, y tras ella caerá la esperanza, que no es más que ilusión en los huesos, soldados de guerra. Todo se cae por el abismo de precipitarse, de seguir las instrucciones de quienes diseñan las trampas, y caemos una y otra vez en todas partes menos en la cuenta. La prima aprieta, ahoga, agarra por el cuello y apunta a la boca: calla. Y no hay discurso que la desarme. Parecía. Porque después sale Mario Draghi dice 'abracadabra' y la amenaza se descalabra apuntando cada vez más abajo. La Prima se juega su credibilidad si ningunea la voz que hace magia. Y cede espacio. Pero sólo de momento y sin solucionar nada.

Los mercados no apuntan tan a la cabeza, eso es cierto, pero apuntan a los pies y disparan para que bailemos la coreografía fraudulenta de sus beneficios. La prima baja y la bolsa sube pero España sigue siendo solo una casilla en un tablero y la economía sigue jugándose las vidas de los que viven dentro. No hay camino por donde nos llevan. No hay forma de llegar a ninguna parte andando tan perdidos.