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Mezcla castiza por excelencia, idónea para sofocar calores de mediodía. Complementario a la festiva pomada, a los gin-tonics y a los cubatas o cocktails de sablazo en bares nocturnos. Combinación de vino, a poder ser de no mucha calidad para no herir la sensibilidad de los puristas, y gaseosa. El porcentaje, según gusto y posibilidad. Este verano se imponen las mezclas, como en el puerto, que se peatonaliza un trozo, de forma experimental, un rato, una temporada y no del todo, puesto que siguen pasando coches. La peatonalización con muchos coches es el gran hecho diferencial de Maó, además de las peleas por el topónimo. Las posturas sobre el tema son irreconciliables por algo muy simple. Para unos el vino es la versión castellana y para otros la catalana. Para el PP, Maó era gaseosa y prometió a sus adeptos que tendrían vino marca Mahón, aunque fuera en formato tinto de verano. Pero no se engañen. La gaseosa les sigue molestando, la aguantan por prescripción médica, como el mayor de salud delicada que no renuncia al zumo de uva. La bandera de la libertad, la historia y la amenaza de la invasión pancatalanista son cuentos chinos para esconder simple ideología. Las lenguas y su uso siempre han mutado, y más daño hace a la variante dialectal menorquina Clan TV que el catalán estándar de los colegios. Aun así, y como dice la sabiduría popular, los experimentos mejor que sean con esta empalagosa gaseosa ideológica que no en ámbitos económicos y en pleno mes de agosto.