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Escucho desde hace unos días (los transcurridos desde que se peatonalizó parte del puerto de Mahón) comentarios de descontento por parte de muchos comerciantes y hosteleros que achacan (a mi modo de ver de manera injustificada) a Salvador Botella, o más exactamente a su decisión sobre la restricción del tráfico, la responsabilidad de un decaimiento en el nivel de facturación de sus negocios.

Ante todo, y para despejar dudas sobre mi motivación para apoyar al concejal, les confesaré que siento un profundo desprecio por los partidos políticos, a los que considero como entes que dedican sus talentos a mirarse el ombligo mientras se nutren de la sociedad a quien dicen servir. Añadiré que considero a la formación en el que milita el señor Botella un partido líder en la teatral capacidad de mantener engañado al respetable con toda suerte de trampantojos.

En este caso sin embargo asistimos al inédito cumplimiento por parte de un político de su programa electoral (al menos en el aspecto que comento). Si, la formación que ganó las elecciones al Ayuntamiento de Mahón lo hizo aportando la promesa de preocuparse de verdad por detener el paulatino empobrecimiento del puerto, y de incorporarlo a la ciudad a la que pertenece. Su plan, bastante ambicioso, y que no ha hecho más que comenzar (espero), contrastaba por su seriedad con la chapuza de última hora dibujada a prisa y corriendo en una servilleta de papel por el equipo rival.

Opino que resultan tendenciosos los cálculos que oigo hacer a mis colegas del puerto. Me explico: si la última semana de Julio, con el puerto sin restricciones, hicieron una caja un 20% inferior a la última semana de Julio del 2011, ¿no es una falacia achacar a la nueva medida una facturación menor durante la primera semana de agosto con respecto al 2011? En todo caso sería justo achacar a la peatonalización el descenso que supere ese 20% que ya llevábamos de fábrica.

Por otra parte ¿Ha impedido la medida aparcar en el puerto a nuestros clientes?: A las 21:30 (esto es, una hora y media después de cortar el tráfico) he preguntado a una pareja de agentes de la Autoridad Portuaria cuantos aparcamientos libres habían encontrado en todo el tramo afectado que ellos recorrían plácidamente. Me dijeron que dudaban entre tres o cuatro plazas. Esto quiere decir que en caso de no haberse cortado el tráfico, hubieran podido aparcar en el puerto unos diez o doce clientes. El resto hubieran tenido que aparcar de cualquier manera donde siempre: arriba. ¿Qué ha cambiado pues en este sentido? Nada. Porque el problema del puerto consiste en que los aparcamientos están copados por el personal de los negocios. Nada para los clientes. Combinación ridícula y nefasta.

Yo no descargaría mi ira desde luego contra quien intenta (al margen del mayor o menor acierto de la técnica empleada; yo hubiera apostado por otras fórmulas quizás más radicales) detener la necrosis que viene sufriendo el puerto de Mahón sin que nadie haya hecho nada para evitarlo hasta la fecha. ¿Qué sería del puerto ahora si hace veinte años no se hubiera secuestrado el ascensor, si hace veinte años se hubiera trazado un plan para optimizar el entonces boyante puerto? ¿Qué prefieren mis colegas, seguir esperando que las cajas bajen y bajen cada año? ¿Seguir asistiendo impasibles a la muerte por inanición de los negocios vecinos mientras ponen sus barbas a remojo?

Cualquier cambio de costumbres necesita de un tiempo para consolidarse. Corregir errores es posible (sugiero mayor información, sugiero derivar desde la rotonda del polígono el tráfico hacia el Hotel Port Mahón y señalizar bien los parkings allí disponibles, sugiero ampliar el horario para que desaparezcan los coches aparcados), lo que no es posible es seguir esperando que nos caiga el maná del cielo por arte de magia, y en todo caso resulta patético conformarse con que cada vez el maná sea menos alimenticio.