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Tal vez esta insatisfacción permanente, este querer siempre más y mejor, el inconformismo con las metas alcanzadas, el afán por competir entre nosotros y superar al vecino o al de más allá…sea uno de los motivos de que hayamos llegado tan lejos. Hasta el punto de tener un cacharrito en Marte sacando fotos como un turista.

La llama se mantiene encendida, como símbolo del espíritu que anima a los atletas olímpicos. Fraternidad universal basada en la sana competición (aunque la competición puede estar desprestigiada y entonces caemos en una lenta atonía) con los valores positivos que tanta falta nos están haciendo hoy en día.

Respetando las reglas del juego limpio y a los jueces que aplican dichas normas, el adversario se convierte en motivo de superación personal o colectiva. Nos medimos con él y todas las marcas o resultados conseguidos, tendrán un orden con respecto al primer clasificado. Oro, plata, bronce: metales preciosos para el deportista y para el país que representa.

La antorcha mantiene viva la llama que une y reúne a una selección de los mejores de ambos sexos en cada especialidad. El cuerpo y sus prestaciones cinéticas, alcanza sus mayores logros. Cuerpos esculturales, donde se entremezcla la genética con duros entrenamientos. Los cuerpos se moldean y se expresan de una determinada manera. La morfología, el tipo de musculatura, la estética, nos hablan de forma visual de lo que se esconde tras esas hermosas fachadas. Mucho, muchísimo trabajo y empeño.

La natación sincronizada, la halterofilia, el piragüismo o el atletismo…cada especialidad requiere una tipología idónea que se va conformando con la práctica de años, haciendo enormes sacrificios. El estadio ruge, vibra, se emociona. La crisis mundial hace una tregua olímpica y prevalece el espectáculo festivo: nos sentimos amigos antes que rivales.
Si pasase lo mismo con los aspectos no corporales, quizá podríamos decir: "más listo, más sensible, más bueno". El oro en ciencia para Higgs, en arte gana España por unas décimas, y en ética nuevo record para la representante de Burkina-Faso, país que, en su lengua mooré, significa "la patria de los hombres íntegros".

Hay que competir, pero vemos como las condiciones del juego limpio se respetan muy poco, se menosprecia al rival y predominan las ansias de victoria por encima de cualquier otra consideración. Abundan los malos deportistas. Porque, a fin de cuentas, en todos los órdenes se trata de alcanzar la superación con "fair play" ¿Hasta dónde seremos capaces de llegar? Dentro de cuatro años seguiremos luchando por mejorar nuestra cosecha. Pero ahora empieza otro período silencioso de preparación. En Rio 2016 las cosas habrán cambiado completamente y el mundo ya no será igual. Es ley de vida.

Lo conseguido permanece para siempre. Puede que pronto oigamos decir:

- Era más feo que Picio. Tenía más cuento que Calleja. Pero, eso si, para salir del trabajo… ¡era más rápido que Bolt!