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Ya sabemos que la naturaleza es frágil pero a la vez poderosa, dulce y también cruel, caótica dentro de un orden universal, y que suele devolver multiplicado todo lo que recibe. Los cuidados engrandecen su belleza y el abuso puede transformar la fecundidad en un erial y el equilibrio en un plaga. Coloca un camping en una riera seca y un día volverá el caudal, elimina un ser, aparentemente inútil bajo la mirada prepotente de los humanos, y pronto aparecerá otro que se aproveche de su ausencia y te haga la vida imposible.

Pienso en ello mientras algunos recolectores limpian las rocas de hinojo marino y se prepara otra incursión de medusas en las playas, tal y como había pronosticado el instituto Oceana. Una predicción poco arriesgada, ya que se produjo unos días después de hallar en sa Mesquida una de las miles de tortugas heridas, por aparejos de pesca, que son abandonadas a una muerte lenta y segura, si no fuera por la tarea de voluntarios y biólogos que logran salvar algunos ejemplares.

Cuantas más tortugas y atunes mueran y más vertidos alimenten a las medusas más crema repelente habrá que utilizar, hasta que llegue el día en que envinagremos también a los celentéreos y los pongamos de guarnición y aparezca otro problema mayor. Pienso en el terror que debemos despertar en el resto de compañeros de planeta, en nuestra voracidad sin límites y en cómo acabará todo esto.