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Licenciada en Filología Hispánica, estudios que cursó en la Universidad de Salamanca, Virginia la muy Pija ha elegido el mes de agosto para recorrer el suelo patrio en compañía de su novio Nacho el muy Hortera, ingeniero en paro.

Serán tres semanas de vacaciones todo incluido pagadas por los queridísimos papás (de Virginia) que en abril prometieron regalarle un viaje para dos si en junio obtenía al fin la licenciatura universitaria que tantos miles de euros ha costado a la economía familiar durante los últimos cuatro años.¡Riiiiinnng, riiiiinnng...!Virginia la muy Pija telefonea a su amiga Tina la muy Repija, funcionaria del Consell insular que pasa sus vacaciones en el chalet que sus progenitores poseen en Cala Morell, acompañada de su novio Raúl el muy Capullo, químico en paro.

– ¿Si...?

– Hola Tina. Soy Virginia. Oye que te he mandado dos mensajes y te he llamado cuatro veces esta tarde y no decías ni pío. ¿Qué pasa? ¿No habíamos quedado en comentar...?

– Oye, oye, que primero es el descanso corporal porque esta temporada el estrés me ha devorado de mala manera y el médico me recetó un reposo inmediato. Así que tan pronto como salí de la consulta llamé a Raúl para ordenarle que dejara su asfixiante Barcelona y se viniera cuanto antes a Menorca para disfrutar conmigo de dos semanas de vacaciones. Como puedes imaginarte Virginia, este parón vital me está sentando de maravilla... Y por cierto, ¿desde dónde telefoneas? ¿Dónde estás?

[Obviedad al canto: ¿dónde estás? Hoy día es el primer dato que se requiere en toda conversación telefónica. Uno de los muchos progresos sociales que han propiciado los actuales instrumentos de comunicación. Ya no se pregunta por la salud o por el estado de ánimo del interlocutor. Ya no interesa lo más mínimo el ¿cómo estás? Importa saber, de entrada, dónde estás].

– Pues verás Tina. Te hablo desde Ciudad Real, alucina tía, desde Ciudad Real. Hemos llegado en el AVE hace media hora. Tú sabes que estaba obsesionada con subirme al AVE para viajar por la España transversal y gracias a la generosidad de mis papás el sueño se ha convertido en realidad. Había que aprovechar la oportunidad.

– ¿Y qué se te ha perdido en Ciudad Real?

– A mí nada. Nuestro destino, el de Nacho y mío, es Sevilla. Hace muchos años que no piso la capital andaluza y ahora, con tanto rollo de la crisis, necesito reencontrarme con la alegría y el embrujo de Sevilla. Quiero que sea un reencuentro muy pausado, sin prisa alguna. La parada en Ciudad Real se debe a que mi padre me exigió que aprovechara para ir a saludar a un viejo amigo suyo y de paso devolverle unos libros de arte que hace años le había prestado. Se trata de un arquitecto que se jubiló hace unos cuantos meses... Pero oye, Tina, cuéntame cómo anda la actualidad en Menorca. Por las informaciones y los artículos que Nacho va leyendo en la tableta, tal parece que mi Menorca sigue depre y no altera su ritmo ni que la pongan a 34 grados.

– Sí, sí, Virginia. Menorca vive con suma armonía el caos habitual del mes de agosto, atascos urbanos y en la carretera general, overbooking playero, apagones eléctricos... pero es perfectamente soportable a poco que sepas organizarte. Mi Raúl, gracias a su inseparable tableta, se me ha transformado, sabes, y ya no insiste en las salidas nocturnas de otros veranos. Casi siempre cenamos en casa. ¡Ah..., sí! Que el otro día voy al super y, ¡agárrate!, la gamba menorquina se despachaba a 60 euros el kilo, sí, sí, como lo oyes, a 60 euros. Qué se ha creído esta gente... No, no, ni loca, yo compré gamba foránea a 11 euros el kilo.

– Vaya, vaya. Qué casualidad. Sobre precios yo también podría contarte y no acabar. Por otro lado, mi Nacho está igualmente enganchado a la tableta. Son como niños... No, no, yo no abuso, prefiero el móvil de toda la vida.

La conversación entre Virginia y Tina se prolongó durante casi una hora, cargada de banalidades varias. En los teléfonos móviles más sofisticados a lo mejor es el mismísimo chip el que incorpora tanta charlatanería insustancial. No sé. Habría que verificarlo.