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Las personas, como los pollos al ast, si se pasan de tostado no tienen buena pinta. Pasearse por la playa estos días, o al menos intentarlo, conlleva escenas horrorosas que más de uno quisiera no haber presenciado o directamente encerrarlas en el olvido. Sí, tetas y pitos flácidos, barrigas de campeonato, insolaciones de escándalo y cuerpos que, sin pasar demasiado por el gimnasio, están esculpidos a perfecto golpe de maza, cincel y anabolizantes. Pero de entre toda esta jauría del sol y playa me quedo con los yonkis del sol. Hay gente cuya mayor aspiración en los meses de verano es intentar mutar genéticamente el color de su piel hasta darle un tono más oscuro. El problema es que si al exceso de sol se le suma alguna guarrada que sale anunciada por televisión o en las revistas del corazón, de esas que extrañamente nadie lee pero todos conocemos, habemus don Zanahorio.

A mí me parece que hay compañeros de trabajo que se retan a ver quién vuelve más moreno de la playa, un deporte que se te puede ir de las manos. He visto personas cuyo tono de piel ligado a un utópico tinte verde en el pelo les haría pasar por zanahorias. No son morenos, son naranjas. Y están tan orgullosos de ello.

Veo lógico que el personal quiera deshacerse del tono blanco cadavérico que nos acompaña durante el invierno por culpa de los abrigos, las bufandas y demás, pero de ahí a someter a tu cuerpo al infierno de cinco horas diarias de sol hay un matiz ligero. Reconozco, querido lector, que yo soy de esos que suelen olvidarse de la crema y que luego presume de una insolación de caballo. El típico que por la noche está tan rojo que alumbra toda la habitación cuando se quita la camiseta. Cada vez intento gestionar mejor el tema porque duele de narices.

Entiendo que cuando alguien regresa de vacaciones de Menorca el ritual es el mismo de siempre: Lucir moreno jurando que "no es para tanto, en realidad soy muy moreno de piel", y algo idiota, mostrar las mismas fotos de los mismos sitios con la diferencia de que cada uno utiliza su filtro en la cámara y hablando como si supiera de lo que dice creyéndose un entendido de la Isla.

Pero bueno, que cada uno haga lo que quiera con su cuerpo. Lo que me preocupa es que el moreno zanahorio se ponga de moda porque luego además de imbéciles pareceremos una hortaliza.
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dgelabertpetrus@gmail.com