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Va uno, un suponer, con su perro por esos municipios de Dios, y, en alguno de ellos, si el can va suelto, no pasará nada. Mientras que en el municipio de al lado le pondrán una multa nada más ver a su perro en libertad.

Hay plazas de pueblo donde los niños juegan al balón, y plazas donde si ven a uno tras un balón, agarran balón y niño para que éste les indique quién es su padre. Multa y a callar.

Si en determinado mostrador o escaparate, no están los precios de lo que se ofrece, sepa usted señor comerciante, que puede pasar un inspector y multarle por ello. Y en Cataluña, la multa puede llegar a ser elevada por no rotular en catalán el nombre del establecimiento. En fin, que en esas menudencias, nuestros políticos están diligentes y hasta beligerantes en que todo vaya por unos cauces que ellos estiman ordenados.

Pero fíjense lo que son las cosas, en el mismo país y con los mismos políticos, tenemos a otros señores espabilados, muy espabilados, que un día en mala hora se les ocurrió poner en marcha un sistema para tener bajo siete llaves los dineros de miles y miles de pequeños ahorradores. Y, lo han hecho de forma tan torticera, tan astuta, tan barriobajera, que miles de millones de euros han ido a parar a sus manos, casi como si esos dineros fueran ya prácticamente suyos. Cerca de 300.000 casos de participaciones preferentes tienen atrapados curiosamente a sus propios clientes. En mi opinión la forma más horrorosa de manejar un negocio, la de tener al cliente acojonado, ya digo, han sido sus propios clientes bancarios, que sin saber dónde se metían, hicieron caso de las informaciones que les daban, sin advertirles claramente, la enrevesada complejidad de ese producto financiero. Y a todo eso, ni el Banco Nacional de España ni la Comisión Nacional del Mercado de Valores CNMV, exigieron antes que un solo euro fuera a parar a las astutas y ávidas manos de los bancos que han usado ese producto de las preferentes, se les clarificara a los futuros clientes, cómo funciona realmente la maquiavélica ocurrencia de algo que hoy por fin, ya los clientes saben que atufa, que apesta y que hace con razón, que miles de familias se sienten ahora estafados e impotentes ante un sistema que jamás debió permitirse.

Cuando estas cosas pasan, es lícito preguntarse, ¿dónde estaban los políticos que le ponen una multa al dueño de un bar porque ha despachado a lo mejor, una cerveza a un chaval de 16 años? ¿Dónde estaban los políticos que le ponen una multa al dueño de una abacería siendo el hombre de Andalucía y le ha puesto en vez de un rótulo en catalán "Abacería del Guadalquivir" o "Abacería del Aragonés" porque el dueño es de Zaragoza? Y pregunto dónde estaban también, mientras desde entidades bancarias estaban llenando la saca con el dinero ajeno. ¿Por qué tanta preocupación y tanto celo en guardar la paja mientras permanecen inanes viendo tirar el trigo?

¿Cuántos de aquellos promotores y gestores de este invento de las preferentes hay detenidos? ¿Cuántos van a pagar con la cárcel por ello? ¿Cuántos políticos son culpables por no enterarse de nada sobre esta historia hasta que se ha enterado todo el país? ¿De verdad quieren saberlo? Pues no habrá ningún culpable. Eso sí, si acaso los hay, serán los pobrecitos que se han fiado de lo que les decía el banco para ser vilmente engañados. Esos pobrecitos estafados serán los culpables. En cualquier caso, adviértale a su hijo que no juegue con un balón en la plaza del pueblo, porque no faltará un político vigilante que le mande a un policía. Ni se le ocurra fumar un pitillo dentro de un bar, y por amor de Dios, no rotule el nombre de su comercio en castellano en Cataluña, porque entonces le caerá encima todo el peso de la Ley.