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El sector hotelero balear ha expresado su preocupación por la incertidumbre sobre la actividad a partir de septiembre. A pesar de que los resultados en cuanto a ocupación durante julio y agosto han sido mejores de los pronosticados, el acortamiento de la temporada sigue siendo una realidad cada vez más consolidada. Si esta situación se produce en Mallorca, donde las comunicaciones aéreas no representan un obstáculo capital, en Menorca la problemática es mucho mayor. Por ese motivo, los hoteleros de la Isla consideran que la oferta de vuelos es esencial para que pueda mantenerse una cierta actividad. En este aspecto, la comunicación con Madrid es esencial. Es evidente que en momentos en que la rentabilidad está tan ajustada, los costes de mantener abiertos los hoteles sin garantías de una ocupación suficiente es un riesgo difícil de asumir por parte de los empresarios. La contracción de la temporada tiene un efecto directo sobre la planta abierta y si no se crean acciones para generar demanda más allá de julio y agosto, la temporada reducida se encamina a una situación crónica, cada vez más difícil de reconvertir, con efectos negativos sobre la economía y el empleo.