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Querido Mariano, te escribo estas líneas con la amistosa intención de que conozcas de primera mano la enorme ternura que viene inspirando tu conmovedora reacción ante los acontecimientos del presente, acontecimientos que al parecer desbordan tu capacidad de reacción. Te he imaginado como al niño que sostiene en sus manos el juguete roto y no sabe muy bien si llamar a papá para que intente arreglarlo, esconderlo o echarle la culpa al hermanito pequeño. Dices que ha sido la realidad la que te ha obligado a incumplir tus promesas. Pobrecito. La realidad es a veces la leche. Pero, querido Mariano, ¿cuál sería según tu criterio lo que obligó a los que te precedieron en el cargo a hacer lo que hicieron, aun a sabiendas de que perderían las elecciones? ¿Quizás un mandato paranormal proveniente de las caras de Belmez? ¿No se te ocurre que también la realidad pudo tener algo que ver en el asunto?

¿Me quieres hacer creer entonces, querido Mariano, que eras sincero cuando pronosticabas que tu sola presencia era capaz de dar un giro dramático a los acontecimientos? ¿Estabas de verdad convencido de que esa especie de sonrisa forzada tuya que tanto se parece a la mueca que reservamos los demás mortales para los momentos más delicados en el cuarto de baño, y que tú utilizas en tus escasas ruedas de prensa y al final de tus comparecencias en el congreso, bastaba para cambiar la realidad? Angelito, permíteme que te diga cariñosamente que pareces un poco tontorrón. No es que yo entienda mucho de esos asuntos, pero diría que las cosas no funcionan de esa manera.

Por ejemplo, si tu asegurabas cuando estabas en la oposición que subir los impuestos encogía la economía, y lo decías con una sobrecogedora convicción, y lo decías en medio del aplauso de tus fieles diputados y provocabas con ello la arrobada admiración de Cospedal y de Soraya, ¿por qué piensas que todo eso ha cambiado y ahora subir impuestos es la solución? ¿No ves tú mismo Mariano que la cosa no tiene mucho sentido?

Querido Mariano. España va mal. Ni tu antecesor en el cargo tenía, ni tú tienes, puñetera idea de cómo arreglarlo. Esto es evidente. Pero no me digas eso de que la realidad te ha hecho incumplir promesas, porque las has incumplido todas, Mariano y la cosa no tiene visos de quedarse ahí; de hecho tiene toda la pinta de que vas a seguir incumpliendo las antiguas y las nuevas que puedas ir inventando sobre la marcha, porque cuando uno pierde el respeto a la palabra dada ya no hay límites.

Querido Mariano, ¡tanta esgrima, tanta pirueta para esto!. Encima, seguro que ahora duermes fatal. Con lo bien que estabas en tu despacho de Génova jugando a Falcon Crest, evolucionando con sabiduría gallega entre las peleíllas internas que tanta vida dan a los partidos políticos, con sus trepadores, sus cloacas donde esconder trapillos de la Gurtel, sus puñaladas traperas. ¡Qué lástima!, un tío en el fondo tan simpático, y ahora empiezas a caerle gordo a todo quisqui; te aseguro que mi madre, que antes te apreciaba por tus modales y tus corbatas de toda la vida y por tu manera de reclamar lo que pide la gente normal como Dios manda, ahora está que trina contigo; ya sabes, por el asuntillo de las pensiones , lo de la farmacia y esas cosillas por el estilo.

Lástima que la realidad no te haya orientado al ahorro por el lado de los altos cargos, los subvencionados, los eurodiputados, los senadores, los asesores y tal. Lástima que la realidad no te haya conducido a intentar recuperar para la sociedad parte del botín del saqueo a que hemos sido sometidos. En fin Mariano , que esperamos a ver si la realidad te acaba enseñando algo que ayude a salir del hoyo respetando la equidad en vez de empujarnos un poquito más hacia el fondo.

Una última cosa, querido líder. Ante la inexistencia de un papá a mano, veo que crecen tus tentaciones de enseñarle el juguete roto a la tía Merkel. Ella te ayudará a arreglarlo aparentemente, pero vigila, porque, o mucho me equivoco o tía Merkel suele retirar las pilas a los juguetes que repara y tendrás luego que comprar a precio de oro las que ella te venda.

Sin otro particular, recibe un cordial saludo.

O.D. (Otrosí Digo).- Quisiera felicitar públicamente a Pedro J. Bosch (ya lo hice en privado) por su bellísimo, emotivo, gracioso y positivo (impecable pues) pregón. Apostaría doble contra sencillo que, "a més a més", duerme estos días infinitamente mejor que don Mariano.