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Este pasado jueves los "Ramblin' Men" actuaron en el BoguiJazz, un pequeño local madrileño no lejos del Café Gijón. Se trata de un trío de guitarristas fastuosos (entre ellos Ramón Arroyo, de Los Secretos) que tocan maravillosas versiones de clásicos americanos de country, blues, blues-grass, Dylan, rock, etc. Realmente brillantes. Una de los temas que versionaron fue un blues "mid tempo" que popularizó Eric Clapton en sus inicios: "Before you accuse me, take a look at yourself" ("Antes de acusarme, mírate a ti mismo").

Acusar al prójimo es la salida más fácil para evitar u ocultar las consecuencias de tus propias acciones, de tus propios errores. Eso se acostumbra a practicar mucho en política. Hace unos días lo hemos visto en Barcelona donde casi trescientas mil personas (las otros 6 millones y medio estaban en la playa) manipuladas y desinformadas, se reunieron para acusar a España de los errores que les han proporcionado las obsesiones de los políticos catalanes.

El nacionalismo ha arruinado, quebrado, Cataluña al gastar más de lo debido durante décadas. La crisis ha puesto de manifiesto que pretender construir un estado dentro de otro estado ha consolidado la ruina de la, para mí, muy querida y estimadísima región catalana. Si mientras hubo posibilidad de endeudamiento pudo enmascararse aquella ruina, ahora, con todas las fuentes de financiación cerradas y con una deuda monstruosa, la única salida es explotar el clásico y tópico victimismo. Y ejercer el chantaje.

Pero aparte de su casta nacionalista depredadora, Catalunya sufre una lacra aún peor: la clase periodística más servil y sumisa al poder político. Todos los medios sobreviven y dependen de las subvenciones que les llueven del poder nacionalista. Los casos de "La Vanguardia" y TV3 son escandalosos e impúdicas son las tergiversaciones de los datos económicos. En Cataluña solo existe una visión de la realidad. Recordemos aquel editorial conjunto que publicaron hace un par de años todos los medios catalanes unificados bajo la disciplina nacionalista en defensa de un estatuto ilegal por anticonstitucional. Aquello demostró la falta de discrepancias en la información catalana. Una comida de coco histórica.

Estos mismos medios han hecho ahora la campaña a favor de la manifestación por el cansino Pacto Fiscal (también imposible por anticonstitucional -ver reciente y magnífico artículo de Pérez Royo en "El País"-). Se fletaron autobuses, se financió la propaganda, se difundieron consignas, etc. Y después manipularon el número de asistentes que ha recordado a algunos aquel sempiterno "millón de españoles" de la Plaza de Oriente franquista.

Pero el conocido "lobster eater" (comedor de langosta) de los veranos en Fornells ha quedado atrapado en su propia demagogia. No se pidió el Pacto Fiscal sino la independencia. Mas, un aprendiz de Mesías en palabras de un conocido periodista, no ha explicado a los catalanes las consecuencias de esa independencia. Nos les ha dicho que serán expulsados de la Comunidad Europea, que Europa no quiere más estados sino más unión, que su deuda (apalabrada en euros) aumentará en la medida en que la nueva moneda (¿vuelta a la peseta?) sea devaluada para conseguir más financiación, que se les cerrará el marcado español (casi un 65% de sus "exportaciones"), que perderán empresas, que no formarán parte de la OTAN, …y sobre todo, y para muchos lo más importante, ¡que el Barça no podrá jugar en la liga española¡.

El nacionalismo ha impuesto un "síndrome soberanista bipolar" a buena parte del pueblo catalán. Por una parte abominan de España pero le piden que les manden un giro para poder pagar las nóminas de final de mes, por una parte la insultan y al tiempo le piden otros cinco mil millones de euros para poder llegar a final de año, por una parte no quieren formar parte de España pero por la otra quieren seguir comerciando con ella como si nada ocurriera, etc. Una enfermedad.

Todo el planteamiento nacionalista extremo es una sinrazón que los empresarios finalmente prohibirán. Con la Caixa en primer lugar. El gran drama en Cataluña es que se ha injertado la idea de que solo se puede ser un buen catalán si se asumen las tesis nacionalistas. Y eso daña el propio catalanismo y a Cataluña.