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Tras morir el mero, dos jóvenes me lo trajeron boqueando, herido por el arpón de algún necio. "¿Se lo quiere comer usted señor?" me preguntaron y les contesté: "¡No me como a los amigos!".

Era imposible que sobreviviese, habitaba en una cueva cercana a la playa donde miles de personas durante este verano se han bañado. Playa abierta al público que, como la mayoría en Menorca, son accesibles a todos nosotros pero que carecen de los mínimos servicios públicos, asistencia sanitaria primaria y vigilancia, algo tan fundamental como lavabos, decenas de miles de personas visitan nuestras playas y hacen sus necesidades en cualquier sitio. Mismo caso que se repite en el Camí de Cavalls, ¡un asco vamos!
Nuestro mero quizás, aunque con pocas probabilidades, hubiese vivido más años si nuestra política medioambiental fuese diferente, si hubiésemos por ejemplo comunicado a nuestros visitantes, inmigrantes y turistas, lo que quieren los menorquines de Menorca, del respeto a nuestro ecosistema, de que somos reserva de la biosfera y de que cuando alguien compra a través de un touroperador una estancia en Menorca sabe lo que aquí esperamos de él, y que él esté de acuerdo, lo suscriba, lo cumpla y que se sienta bien y disfrute con ello, por tanto hay que informar para no decepcionar al que viene, que le gusten nuestros valores, que los aprecie y que formen parte de sus principios y su comportamiento.

Por ejemplo quien viaja a las Islas Galápagos ya sabe a donde va y va porque le gusta. Nuestro caso es diferente, queremos ser los más ecológicos del Mediterráneo, queremos hacer públicas las playas, que como principio es bueno, pero sin ser capaces de dar los mínimos servicios públicos indispensables, expropiando derechos con sentimiento revanchista como si del palacio de los zares se tratase, como por ejemplo, tras la aplicación de la Ley de Costas. ¿Qué haremos, entre otras cosas, con todas las casas de pescadores, algunas muy antiguas? ¿Esperaremos a que se caigan? Se caerán y posiblemente se caerá Venecia entre otras muchas, ya que el erario público no tiene ni tendrá dinero para mantenerlas o se las revenderemos a un extranjero ricachón, seguramente ruso o chino o vete tú a saber. La cuestión es que lo que pertenecía a un Olives, Pons o Florit por ejemplo, pasará a ser de un Ching, Fang, Merkel, Oloff, Petrov, etc., o sea expropiando a propietarios centenarios, y obligados a vender por necesidad a nuevos ricos posiblemente y seguramente foráneos. Esto se puede comparar al hecho de que cuando el ruido que oyes en tu casa es el de la autopista vecina, molesta menos que el ruido que hace el vecino, porque el del vecino tiene nombre, lo conocemos y es vulnerable y el otro es público y al fin anónimo, en fin no es bueno y es triste y si es por necedad, envidia, rencor o estupidez, no lo sé.

Sobre el turismo, solo una reflexión: vender turismo al precio que sea dando igual quien venga con tal de que llene, no va con un proyecto de sostenibilidad consistente. Para ser popular y selecto hay que trabajar mucho, hay que enseñar, comunicar, negociar, y sobre todo tener las cosas claras. Se mezclan muchos sentimientos contradictorios que no ayudan a conseguir un equilibrio sin rencor. ¿Sabemos de verdad qué queremos ser? ¿Cuál es nuestra identidad? ¿Tenemos un proyecto sólido de convivencia de todos los sectores, incluso el industrial y agrícola, ayudando a pequeños empresarios y agricultores a globalizarse? (sin extenderme ya que es un tema grave y que requiere una reflexión específica), y sobre todo ¿podemos conseguirlo por encima de los vaivenes políticos, gobierne quien gobierne sin pensar demasiado en el pasado y pensando más en mejorar el presente y sobre todo el futuro? Buscando una sintonía y acuerdo social que nos comprometa a hacer de Menorca algo mejor y diferente, con un valor añadido de todo tipo superior, para mí este es el reto, y lo dice un foráneo que solo hace 50 años que se pasea y navega por esta preciosa isla y que echa de menos al "Mero de Pregonda".