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La expresión de las caras de las tres niñas de la portada de ayer era todo un poema. Ante el folleto de la Xarxa Monumental de Menorca, al ver un montón de piedras convertidas por la historia en monumento excepcional, se mostraban perplejas porque no comprendían su significado. La anécdota puede amplificarse. El Consell promueve la declaración de los yacimientos talayóticos como Patrimonio de la Humanidad. Sin embargo, ¿cuántas personas de la Isla conocen los monumentos prehistóricos?; ¿cuántas han visitado alguna vez el Museu de Menorca? Seguramente, los alumnos realizan alguna excursión a Sa Naveta des Tudons o a Torre den Galmés, incluso a los museos donde se descubre la parte más antigua de nuestra historia. Sin embargo, tengo la impresión que a todo ello le damos poco valor. Es decir, que buscamos fuera un título honorífico cuando aquí no somos capaces de reconocer el valor que tiene ese patrimonio. Pasa algo similar con la declaración de Reserva de la Biosfera. Se la invoca como un título ganado y se le reconoce menos su importancia como un proyecto de futuro, un modelo con sus exigencias políticas, económicas, sociales y culturales.

El ministro de Educación tiene verdadero interés por recuperar las reválidas. Quizás también en Menorca deberían incorporarse las pruebas de conocimiento de la cultura propia. Así, el ansia por los títulos sería compartido por la sociedad.