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El paracaidista Felix Baumgartner se ha ganado merecidamente un lugar en las portadas de los diarios y los titulares de radio y televisión tras saltar el domingo desde una altura de 39 kilómetros y 68 metros. El austriaco logró batir el récord de salto desde más altura jamás realizado, el de la mayor altitud conseguida con un globo tripulado y el de la mayor velocidad en caída libre, nada menos que 1.341,9 kilómetros por hora.

Es sin duda una hazaña que merece la repercusión que ha tenido en los medios de comunicación tan proclives a asombrarse por cualquier banalidad.

La pena es que la mayor parte de la prensa no le prestara tanta atención a otra gesta que se conoció hace muy poco gracias a la revista Science. Su protagonista fue una roca marciana de unos siete kilos que se desprendió del planeta rojo hace unos 700.000 años y que el 18 de julio del año pasado cayó rota en diversos fragmentos en un paraje desértico del sur de Marruecos tras recorrer más de 60 millones de kilómetros.

Cuando el pedrusco inició su viaje la Tierra estaba habitada por unos pocos neandertales desperdigados y al llegar se encontró con los ubicuos descendientes de quienes los exterminaron. Para ponerse a temblar.