1950.- la familia Huguet Triay. De izquierda a derecha, Anita Triay Seguí, con su pequeña Alicia en brazos. El padre, Cosme Huguet Carbonell. A la izquierda Gloria, Deo y Gardenia. (Gentileza de Gloria Huguet)

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Reanudamos la charla con mi amiga, finalizada la semana pasada en los momentos en que Satín Borbolla le propuso entrar en Catisa. Haciendo punto y seguido intentando continuar, charlando con la pequeña de Cosme Huguet y Anita Triay.
Sin duda alguna, tuviste el privilegio de trabajar en dos renombrados talleres. Primero con dos maestros admirables, Finestres y Astol. Al igual que con Rafael Timoner y Miguel Carretero, innovadores en el sector. Calificándolos como talleres emblemáticos.

¿Cómo los definirías?

En casa de Finestres y Astol, crecí, aprendí a trabajar y a conocer el significado de ser bisutera, a ser responsable, la puntualidad, y el compañerismo. Incorporándome con trece años recién cumplidos, hasta los veintidós, me atrevería a decir, los mejores de cualquier joven. En el primero venía a ser de ámbito familiar, por supuesto que se trabajaba con formalidad y con ganas, pero el ambiente era casero. Como lo eran la mayoría de talleres de aquel Mahón. Empresas familiares, que se iniciaban en sótanos, en porches e incluso en la estancia más amplia del hogar.

Catisa, era muy distinta, se trataba de una fábrica, con muchos empleados, con otras directrices, tal vez más al uso de grandes fabricantes. A mí lo que me interesaba y me preocupaba era cumplir en mi puesto de trabajo, como encargada de la paquetería, que, por cierto, desde el primer momento supe que los viernes, se sabía la hora de entrada, pero no la de salida. Algo a lo que yo no le daba importancia alguna. Mi preocupación era que jamás Satín, que tanto había apostado por mí, me tuviera que llamar la atención, algo que jamás sucedió. Trabajaba con gusto y la satisfacción del entorno, depositando todo mi empeño e ilusión, tanto, que en alguna ocasión tuve que escuchar algún comentario de… sembla que sa fàbrica és teva.

Recuerdo que las calles disponían de muy poca luz, lo que hacía que en invierno mis padres me vinieran a buscar, casi siempre eran pasadas las once de la noche. En verano era distinto, los vecinos de las calles Bellavista y Concepción sentados en la puerta tomando el fresco tothom me donava qui va.

Alicia, si la memoria no me falla, fuiste de las primeras vecinas de tu calle que tuviste carné de conducir. ¿Me equivoco?

Así es. Mi padre me compró un Seat 600 de segunda mano. Fui la primera de los hermanos que me anime a examinarme. Todas las mañanas llevaba a mi hermano al trabajo. Ya te puedes imaginar las bromas de unos y otros. La pequeña conduciendo a su hermano mayor. Deo se sentía orgulloso, los hermanos siempre formamos una piña, el mejor legado de cualquier familia, no hay dinero, ni casas, que puedan pagar esta clase de herencias. La buena convivencia, la unión familiar, el sentirnos siempre unidos. Estoy convencida de que nuestros padres desde el cielo, se sienten orgullosos de ello. Fuimos una familia muy humilde en cuanto a "doblers", pero millonarios en amor.

¿Cómo fue tu inicio o entrada en el Orfeón Mahonés?

Podría decirse, sin exagerar, que nací en aquel lugar. Allí di mis primeros pasos. Para mi familia venía a ser su segundo hogar. Tú sabes muy bien como eran mis padres, su manera de ser tan cercana a todos, arrimando el hombro. Su amistad era tal, que siempre se encontraban a punto de ayudar a sus amigos, en la enfermedad, en momentos de alegría y de tristeza, igualmente en el tema musical o teatral.

Mi padre, uno de los fundadores de la rondalla orfeonística, siempre estuvo involucrado. Al retomar de nuevo, la puesta en marcha del lugar, transcurrida la guerra, se hizo cargo de la guardarropía, mientras mi madre lo hacía de la taquilla. Con la particularidad de que siendo como era, trabajadora y siempre en miras de fer una pesseta, y jamás temiendo al trabajo, se encargaba de hacer pastas saladas y dulces, haciendo famosos los "pastissets" de Anita d'en Cosme. Tenía una maña especial, en un santiamén confeccionaba varias "llaunes", que los atardeceres vendía a los espectadores de las galas del Orfeón. Teatro entrañable para muchos.


¿Cuándo debutaste?

Un día cualquiera, en cualquier obra. De precisar una niña de brès, me subían al escenario. Mis padres comentaban, que mi debut, para llamarlo de una manera humorística fue con tan solo tres años, simulando a Lola Flores, cantando el popular, "Pena, penita, pena".

Decirte que sabía la letra de todas las zarzuelas, de las obras de teatro que se llevaban a cabo, de tanto escucharlo, me lo aprendía de carretilla. Y sin darme cuenta me encontré en el coro de aquel grupo de jóvenes.

Intervine en varias obras, entre ellas la popular "Tres historias de Mahón", "Ditxós turisme" y, lamentándolo mucho, no recuerdo los titulares.

¿Cómo te incorporaste al grupo folklórico de María del Pilar Escandell ?

Me lo propuso mi padre, precisaba de otro guitarrista. Dándome varias clases. Tras escuchar a tantos alumnos, algo sabía, no me fue dificultoso, la ilusión me podía.
Sin apenas darme cuenta, me encontré junto el grupo de sonadors, el matrimonio Lorenzo y Magdalena. En ocasiones venía un señor llamado Tolo, "de dalt sa Raval", mi padre, esta servidora y, por supuesto, María del Pilar Escandell, fundadora, alma y corazón del grupo.

Dices que sonabas. Pero también recuerdo haberte visto bailar.

Efectivamente, en infinidad de ocasiones en que alguna bailarina estaba indispuesta o no podía venir, dejaba la guitarra sobre la silla y bailaba lo que me mandase, fandango, jota… Pilar, fue la encargada de enseñarme, y mi madre con sus dotes de modista, me hizo un vestido de payesa con sus complementos y enaguas y otro de señora, sin olvidar la larga trenza de pelo natural.

¿Recuerdas algún momento especial?

Muchos. Me sería muy difícil citar alguno determinado. Pilar, siempre tan dinámica y tan centrada en darnos a conocer, siendo un momento que las postales estaban en boga y los primeros turistas de los cincuenta empezaban a venir, decidió hacer varios montajes. En un principio ella ya había posado en blanco y negro y ahora tocaba con el color. Fueron bastantes las que se realizaron en predios, donde hacía destacar las casas de campo, pozos y detalles nuestros, puramente menorquines. Se la veía alegre, feliz, no hay más que ver sus posados, sale magnífica, radiante. Fue una mujer irrepetible, una auténtica señora, siempre positiva a la vez que exigente en la enseñanza, le gustaban las cosas bien hechas. Solía repetir, "en Cosme, na Nena y en Llorens, són part de sa meva família". Y a mí, me había "servat". Con esto queda dicho todo.

Siempre estuvo muy vinculada a mis padres, un día si y el otro también venía a casa, a veces a ensayar, otras para ponerse de acuerdo y otras tantas a merendar. Le encantaban las pastas que mi madre hacía, al terminar, añadía: "Anita, no hi ha qui te pugui".

Según me preguntabas, por fechas importantes de participación del grupo instrumental.

Fueron muchos. Sa Cova d'en Xoroy, el hotel Port Mahón, puntos turísticos en que actuábamos ante los turistas. Llegadas las fiestas de Mahón, xalàvem de debò, subidos en carruajes, como aquella vez en la cuesta de la Clota, o des ferrers en que el mulo se paró en seco, lo que hizo bajar a mi padre y Lorenzo, que tal vez eran los que más pesaban. Hubo risas….

En 1972, fuimos invitados a la celebración del Festival del Mediterráneo, dándose cita todos los folkloristas pertenecientes a pueblos bañados por este mar. Fue algo inexplicable, en cuanto a organización y la expectación de auténtico folklore.


Alicia, mis trabajos en la huerta me reclaman, siendo imposible continuar, y tienes tanto por contar, que si te parece bien, quedamos para dentro de quince días, invitando a la charla a tu querida hermana Gloria, amigas desde que yo tenía tres años.

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margarita.caules@gmail.com