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Alejarse de una realidad cotidiana permite adquirir perspectiva. Evidente. Romper periódicamente la dependencia de la influencia diaria ayuda a reconsiderar otras posibilidades más allá de las que habitualmente, por impregnación localista, conforman en exclusiva nuestra opinión.

Hace un par de años me permití llevar a cabo una especie de encuesta privada entre un grupo de amigos y conocidos. Se les pedía su opinión sobre la forma de ser de los menorquines. No todos los preguntados eran oriundos de la Isla, también se incluyeron catalanes y madrileños asiduos visitantes o, incluso, residentes en Menorca. La mayoría de los menorquines cuestionados no formaban parte de mi círculo habitual pero sí eran personas que frecuentaba con cierta asiduidad. Las respuestas fueron interesantes. Todos los "forasteros" señalaron que la mayoría de menorquines, con pocas excepciones que, según ellos confirmaban la regla, formaban una especie de "numerus clausus" cerrado y hermético (como islotes de un archipiélago solitario). Por el contrario, los menorquines respondieron que ellos se consideraban lo suficientemente abiertos y sociables aún dentro del particular "weltanschlung" (visión del mundo) que puede imprimir ser originario de una isla.

También pregunté a esos menorquines, gente común mayor de cuarenta años, cuántos viajes realizaban al año. Un par de ellos viajaban dos a tres veces, otros una o dos veces y otro me confesó que hacía al menos dos años que no salía de la Isla pero añadió de inmediato "però veig molt sa tele i sé ben bé lo que passa en el món". Ninguno de ellos leía prensa nacional y solo "ojeaban" los medios menorquines.

Los encuestados catalanes y madrileños (varios de ellos profesionales de diferentes disciplinas) también me expresaron su asombro de que la Isla, perdido a finales de los años sesenta el equilibrio de aquellas históricas "tres patas económicas", no tuviese aún definido, cincuenta años después, es decir, medio siglo después, un diseño de territorio preciso y más allá de los repentinos impulsos ideológicos al uso. Vinieron a decir que Menorca era una isla indefinida. Efectivamente, medio siglo de espera, eso sí puede definir a nuestra isla: "Poc a poc i amb bones", "no frissem".

Lo afirmaban esos visitantes: durante décadas no habían visto evolución positiva alguna en los problemas crónicos de la Isla. Contrariamente parecía que se iban incrementando. Y se preguntaban ¿de qué iban a vivir una mayoría de menorquines (la crisis ya se sentía con fuerza y llegaba a su final la experiencia social-nacionalista en el Consell Insular) si no se tenía una estrategia general más allá de las soluciones puntuales y particulares que a trompicones se iban improvisando? Nadie entendía como un problema vital y básico como es para una isla el transporte, seguía sin resolverse. Nadie entendía como la seguridad jurídica imprescindible para atraer inversiones hacia nuestro territorio estaba en manos del libre albedrío de quienes gobernaban en un momento determinado. Nadie entendía como la mentalidad funcionarial de algunos que jamás han invertido un euro ni han creado un solo puesto de trabajo en su vida (ni lo harán nunca) comandaba y tintaba el día a día de esta isla. Nadie entendía para que servía una autonomía que no resolvía los problemas de los "autonomizados". Y varios se preguntaban por qué carajos la Isla debía sostener una administración imposible para dar satisfacción a quienes no mueven la economía y por tanto no facilitan la vida a los menorquines.

Y yo pregunto: ¿Por qué esas diferencias entre las opiniones de quienes nos conocen y las de los nacidos aquí? ¿Por qué la imagen que damos a los otros no se corresponde con la que tenemos de nosotros mismos? ¿Quién tiene razón? ¿Son las acciones políticas, el dirigismo crónico que padecemos, lo que nos fuerza a ser como somos? ¿Nos ahoga la política localista? Nuestra autocomplacencia ¿no es en el fondo un complejo para esquivar el futuro? ¿Por qué no comparamos esa autocomplacencia con los resultados que se cosechan?

Lo triste es ver como cuando "ja navegam" hacia la mitad de la actual legislatura todo sigue igual (es decir, "todo cambia pero nada es"). "Seguim sense frissar". La no solución a los problemas ¿es esa la circunstancia menorquina de nuestros días?