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Como indicaba al término de mi escrito anterior, contamos con análisis que permiten valorar positivamente las acciones de Richard Kane de mejora para la isla de Menorca. Estos análisis se recogen en la tesis doctoral de Alfons Méndez publicada también en forma de libro: De la vinya a la ramaderia. El canvi en el model agrari menorquí (1708-2006), 2009. Así, partiendo de calificar correctamente el carácter mercantilista de la política económica de Kane en consonancia con las prácticas gubernamentales británicas de la época y que los ingleses mantendrían hasta 1846, Alfons Méndez señala refiriéndose a las medidas de Kane sobre la producción y regulación de vino que "Kane fou compresiu amb les preocupacions de la Universitat i el mateix dia, sota una formula aparentment de compromís, va aceptar la seva petició" (p.34). Refiriéndose al estanco del aguardiente escribe Méndez: "En qualsavol dels casos, set anys més tard, l´anglés va reconsiderar la seva postura, ja que el 1724 les universitats, i concretament la de Maó, que era l´interlocutor del gobernador, van pactar una reactualització i ampliació de l´estanc de l´aiguardiente (…) Finalment, el 1728 Kane va autoritzar de forma indefinida l´estancament de l´aiguardent, per periodes de dos anys, perquè així els arrendedors poguessin fer front a les despeses de l´estanc i aquestes no minoressin la recaptació" (pp.35-36). Méndez concluye después de un riguroso análisis histórico económico: "Kane només va impusar el lliurecomerç d´alguns dels productes dels quals Menorca era deficitaria, com el blat, sense les importacions del qual l´illa s´hagués mort de gana. En canvi, en relació a la resta, va defensar la producción insular, ja fos de vins come de carn, hortalisses, llegums o fruites" (p.36). Todo lo cual unido a otras muestras de buen hacer de Kane permite observar que su política fue acomodándose a los deseos de los menorquines y a las necesidades económicas de Menorca en aquel periodo histórico.

Efectivamente en su cuarto y último artículo Casasnovas se aproxima a esta correcta interpretación, que supieron ver otros historiadores, sobre todo Hernández Sanz, con más de cien años de antelación a las actuales investigaciones.

El tercer artículo de Miguel Angel plantea importantes interrogantes al tiempo que suscita de nuevo la réplica en el debate, lo cual no deja de ser intelectualmente positivo y estimulante. ¿Qué hubiese sido de la Historia económica de Menorca, no sólo de Mahón y su puerto, sin el Arsenal construido por los ingleses en 1724? ¿Durante el gobierno de Kane irradió en Menorca una temprana Ilustración en contraste con los derroteros de la nueva planta impuesta por Felipe V al resto de los territorios de la Antigua Corona de Aragón? ¿Era viable la continuidad de la capitalidad y liderazgo político de Ciudadela en toda la isla al establecer los ingleses su soberanía sobre Menorca con Richard Kane dotado de todos los poderes de la Corona británica y con el protagonismo económico que ofrecía y reclamaba el puerto de Mahón como eje vertebrador de una economía moderna menorquina?

En el ámbito cultural los estudios de Hernández Sanz, difundidos por la profesora Josefina Salord, acerca del impacto de la ilustración británica sobre la cultura mahonesa de la época son elocuentes, donde surgieron, a la postre, personalidades eminentes para el conocimiento y la enseñanza. Es significativo que durante la etapa que sigue a Kane proliferara la arquitectura "palladiana" en algunas casas de propietarios de fincas rústicas, de lo que alertó en 1978 Toni Vidal en una exposición fotográfica en la Fundación Joan Miró de Barcelona, con un análisis introductorio en este sentido de Ignasi Solà- Morales Rubió.

La Iglesia romana mantuvo con Kane sus derechos básicos, pero era inevitable que la soberanía de la jerarquía eclesiástica tuviera marcados ciertos límites por parte de una nación oficialmente anglicana y, por tanto, no papista. Aparentemente las tensiones entre Iglesia y Estado cuando fueron irreparablemente conflictivas ocurrió en las siguientes dominaciones británicas, no con Richard Kane; lo cual obra como un activo del gobernador. Además, en lo civil ¿Era irracional que la nueva autoridad política no renunciara por completo al seguimiento de los gobiernos municipales de los pueblos de Menorca, cuya organización de universidades persistió y era reconocida también dentro de unos límites? Las respuestas a mis interrogantes, en mi opinión son obvias; sin embargo, de persistir un debate al respecto, las respuestas deberían plantearse mediante modelos hipotético deductivos con abundancia de técnicas analíticas apropiadas; entre tanto prevalecen las tesis cada vez más consolidadas y no parece consistente formular hipótesis alternativas carentes de razón.

A sensu contrario del planteamiento expresado por el amigo Casasnovas, quien al final de sus escritos reconoce las luces de la obra de Kane en Menorca, yo me atrevería a decir que al filo de los evidentes y reconocidos éxitos del gobernador para mejorar Menorca, es razonable que también se encuentren algunos errores a lo largo de su dilatado mandato, los cuales Casasnovas ha pretendido, sin argumento convincente, subir al escenario; no obstante con Kane, el resplandor alumbra los rincones menorquines, arrojando un balance netamente positivo, que, insisto, supieron interpretar con inteligencia y análisis correcto historiadores como Hernández Sanz, siempre abierto y defensor de la modernidad.