Juan Gomila, indiscutible pescador, con esta fotografía nos traslada a un día cualquiera del verano de 2012, en que, junto a su esposa Marola, disfrutamos de riquísimas calderas de cosecha propia.

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Ayer domingo, 25 de noviembre, se celebró la festividad de Santa Catalina, lo cual nos indica que falta un mes exacto para el día de Navidad.
Qué lastima que el tiempo pase tan rápido. Parece ayer que la familia se encontraba unida en torno a la mesa navideña. Que era invierno, que al levantarnos de buena mañana para acudir a munyir ses vaques debíamos abrigarnos con suficiente ropa de abrigo. De cuando llegó el bullicioso carnaval, el jaleo que se armó en la cochera, engalanándola con multitud de guirnaldas de confección casera, para recibir a familiares y amigos con sus máscaras y sus consabidos ¿mascarita… me conoces? Aún hoy olemos a sobrasada y butifarrones cociéndose sobre las bulliciosas brasas de carbón, mientras un grupo de voluntarios, amigos del alma iban sonando sus guitarras, entre ellos Marola Mercadal, natural de Alaior y afincada en nuestra ciudad, con tanto empeño que deberemos nombrarla hija adoptiva con el grado de predilecta de Mahón, no en vano a la hora de adquirir casa junto a su esposo Juan Gomila, eligieron Sa Raval, lo mismo hizo su hija, admirando aquel entorno, tan nuestro, tan cercano a todo, al decir todo, me refiero, Ayuntamiento, calle Nueva, Ravaleta, Mercado, Explanada, Dalt Sant Joan, la iglesia de San Francisco y por supuesto la de Santa María, a la cual asiste con asiduidad, tanto que forma parte del grupo de la coral que tan magistralmente conduce Ana Periano, la pequeña de Periano, uno de los hombres que más horas dedicó por amor al arte, sin cobrar una "pela", al órgano de Santa Maria. No es extraño que Ana, le tenga tanto cariño, en él se crió y dio sus primeros pasos. De pequeñita su padre la sentaba sobre sus rodillas dejándole que sus diminutas manos se perdieran en el teclado de aquel monstruo, que tanta fama ha dado a la ciudad de Mahón. De ahí que a tantísimos mahoneses nos doliera el que se le valorara tan poco en el libro que se publicó sobre el órgano. Periano dedicó su vida al mismo. El autor debiera haber sabido valorar aquel esfuerzo, dedicándole a él las páginas que nuestro amigo se merecía.

Marola, no tan solo tiene gusto para la interpretación de la guitarra española, sus cuerdas vocales le permiten llegar hasta la nota más alta del pentagrama, canta como los ángeles, en las veladas nos deleita con sus boleros, sus rancheras y las canciones antiguas que antaño cantaban nuestros paisanos a la hora de ir de serenatas. No puedo dejarme el cancionero menorquín, su memoria es prodigiosa y las memoriza todas. El contar con su amistad es un privilegio. Como alguien dijo, los amigos no son los que se juntan para gozar de una paella o un tià d'escamarlans. Los amigos son los que anteponen sus ocupaciones para acompañarte en los momentos difíciles, estas buenas obras llegan al cielo con mucha más antelación que el rezo de misas y rosarios.

El año continuó, llego Miércoles de Ceniza, y volvimos a dibujar "s'àvies coremes", divirtiendo a los niños y los que dejaron de serlo fa molta estona, pintando a la majestuosa abuela. Majestuosa por los siete pies. Acudimos a los cultos de Semana Santa, dejamos de lado la carne, intentando ser mejores, los chiquillos del Talaiot de Trepucó, se situaron en primera fila para hacer acopio de caramelos de los penitentes. Observamos que de cada año la hilera de éstos es más larga en contraste con las iglesias más vacías, dando la sensación que lo uno nada tiene que ver con lo otro. Sonaron las campanas memorando la llegada de la Resurrección, con el repiqueteo llegó la primavera, el estallido del buen tiempo, las macetas y los parterres se llenaron de color, perfumando patios y terrazas. Por fin, el verano con sus días largos, con suficientes horas para poder hacer de todo, lo que se dice todo. Caminar, nadar, preparar cenas, charlar con unos y con otros…. Fuimos arrancando páginas del calendario y, como siempre, septiembre, la siembra del trigo, las habas, los guisantes y en un santiamén, nos encontramos tal como reza el titular en el 25 de noviembre, de aquí a un mes Navidad, con las alegrías y la nostalgia de siempre. Observado el rincón de la ventana, el que mira hacia el camino, con su silla vacía y la butaca que siempre ocupó alguien tan entrañable que ya no está. Hay que ser fuertes, positivos y saber rezar, en algún lugar estarán observando a los que dejaron y jamás les olvidarán. Hay que saber resignarse y despojarse de la tristeza que en ocasiones da la sensación que intenta pegarse a nuestra piel.

Mientras tanto, aunque parezca pronto, iremos bajando las cajas del porche, las que contienen pastorcillos, mujeres que van de camino al pozo con sus jarras, otras portadoras de polluelos y aves de corral. También se encuentra el grupo de pastores de la Anunciación, con su ángel anunciador. La lavandera, el labriego con su arado, el herrero, el mismo que lleva muchos años sin salir de su caja, su tamaño es desproporcionado para el resto del pesebre. No debimos comprarlo. Demasiado caro. En su lugar hubiera podido adquirir otros elementos decorativos. Tal vez un juego de Reyes en actitud diferente, postrados ante el niño Dios. Tan pronto como me sea posible, compraré los Magos a lomos de sus camellos con sus respectivos pajes.

Y mientras andábamos entretenidas con el tema, llegó la noticia del buey y la mula, de que sí o no se deben poner. Por supuesto continuaremos tal cual, como lo hicimos siempre, poca importancia nos merece lo de los dos acompañantes en la cueva. ¡Son tantos los que no se encontraron en Belén y por el contrario son filiales del grupo, entre ellos, la castañera, el reverendo a lomos de un burro con un enorme paraguas rojo, es qui caga, el carro de la leña, el sastre, el molinero y otros tantos….

Lo que interesa es un motivo para reunir a la familia en torno a algo tan hermoso y emotivo a la vez, como el montaje del pesebre. Herencia valiosa, no importa que sus figuritas sean de plástico o cualquier otro material de escaso valor, lo que cuenta es que nuestros niños crezcan con el entrañable recuerdo de ayudar a sus mayores. Primero yendo y viniendo en busca de tierra, piedras, hierbas, montando supuestas montañas de saco cubiertas de escayola y productos naturales.

Mientras tanto, entre unas cosas y otros caminos de Belén, alguna figurilla deberá pegarse, es inevitable, son tan frágiles, y alguna pintada también deberá efectuarse. A estos menesteres, se dedicaran, el mayoral experto en el tema y Praxèdies, apoyados por los niños de este término. Otras, se dedicarán como de costumbre a confeccionar postales y manuales, al más puro estilo casero, a base de cartulinas y cartonajes que a lo largo del año han ido guardando, ángeles, árboles, estrellas y cuanto de bonito se puede realizar.
Sin olvidar el trabajo tan costoso y laborioso a la vez como es escribir la carta a los Magos de Oriente. Con la que está cayendo en esta España de copla y fandanguillo, de saltimbanquis por doquier, esparcidos entre el mundo político, bancos y cajas, en que nos ha tocado la mala suerte de encontrarnos, arruinando a los españoles, negándoles un puesto de trabajo en todos los ámbitos, sumergiéndonos en la desesperación a falta de un futuro esperanzador para los jóvenes de este pobre país, con la rabia que nos roe al ver y escuchar como Rajoy ha tenido y tiene el coraje de bajar los sueldos a los que verdaderamente trabajan, funcionarios, enfermeras, maestros, bomberos, policías y un largo etc. Mientras él vive a cuerpo de rey y con él los que hacen el paripé de sentarse en el teatro de la comedia madrileña.

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margarita.caules@gmail.com