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Si ha dejado atrás el anunciado y fallido "fin del mundo", si sigue vivito y coleando pero magullado por esas otras negras profecías del día a día cuyo nombre común es crisis y si además sigue con los mismos agujeros que antes del sorteo de Navidad, con los mismos en tamaño pero mucho más negros y profundos, puede darse con un canto en los dientes porque al menos puede contarlo y la posibilidad de echar mano a esa cada vez más débil esperanza. Pero no se preocupe, ya sabe usted que eso, la esperanza, es lo último que se pierde porque es de producción propia y solo nosotros conocemos la combinación de la caja fuerte donde la tenemos guardada. La mayoría no será más rica ni más pobre que antes de todo esto, será la de siempre y con la vista puesta en eso que llamamos "verlas venir", que viene a ser como una lluvia de asteroides que nunca se sabe donde van a impactar. Del espíritu de las Navidades voy a echar de menos aquella filosofía de siempre que nos venía a recordar lo tiernos que se nos ponen los corazones por estas fechas, donde las bondades muchas veces enmascaradas por las conveniencias, convierten por unos días a los feroces lobos en mansos corderos y es que, además de las burbujas de un buen cava, los villancicos, la música, dicen que calma a las fieras, las que llevamos dentro, se entiende. Va a ser difícil cumplir con aquello de "llévese un pobre a su mesa" porque sencillamente, hay más pobres que mesas y ya no se cabe. A pesar de todo, hagan un esfuerzo para que estas Navidades sean lo que nos gustaría que fueran, sigan recordando a los que ya no están entre nosotros y brindemos por quienes están naciendo e iniciando caminos y no se olviden de poner bombillas multicolores tras los cristales de sus ventanas. Hagamos trampas, maravillosas trampas, cualquier cosa antes de que las sombras se apoderen de nuestros corazones. Feliz Navidad!