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Cuando me levanto y suelo hacerlo en la vecindad del alba, me digo a mí mismo: hoy toca, hoy va a ser un día diferente. Cuando me voy de nuevo a la cama y suele ser a la hora del gallo, caigo últimamente en el mismo balance desalentador de todos los días, porque no hay otra cosa.

Banqueros inútiles cuando no corruptos que luego indulta el gobierno, políticos prevaricadores que también suele indultar el gobierno, algunos además, y de eso no hay quien les indulte, completamente negados para ser los administradores de los caudales y de los problemas ciudadanos, que son incapaces de solucionar. Si acaso se muestran extraordinariamente eficaces en empeorar lo que ya estaba mal.

A veces creo que es el nuestro un país de pícaros, de sinvergüenzas de todos los pelajes y aprovechados de cualquier coyuntura que les sea favorable. Ahí tenemos una patronal que ha conseguido gracias a este gobierno, lo que nunca soñaron tener, y sin embargo a pesar de todas las prebendas recibidas, han demostrado que todo eso que les ha dado este gobierno, no ha servido para crear empleo, más bien al contrario, les ha servido para aclarar el volumen de sus plantillas de trabajadores, enviando al desempleo a otros 800.000 parados más. De manera, que no hay forma de entender para qué querían tenerlo todo a su favor. Pero, para que nos demos cuenta de la metástasis, diré que no solo son los políticos, los banqueros y la patronal los que se aprovechan sin pudor de los cargos que ocupan para enriquecerse a costa de los demás. Fíjense en lo que están haciendo algunos malos comerciantes al rebufo de las próximas fiestas gastronómicas que se avecinan. No he querido poner navideñas, porque tengo para mí, que lo que más se celebra en los próximos días es llenar la andorga con buenas viandas a ser posible, y buenos caldos, comiendo y bebiendo como el que entra en combate, como si eso fuera lo último que vamos a hacer, hasta conseguimos comer sin hambre y beber sin sed.
La Guardia Civil ha detectado etiquetas falsas, además de productos alimenticios que solo Dios sabe cuál era su verdadera fecha de caducidad. Productos congelados, que han roto más de una vez la cadena del frío, y una cosa realmente curiosa, fíjense, han intervenido caviar iraní que en realidad es caviar de esturiones de piscifactoría ¡Alucinante! Me gustaría, solo por curiosidad, saber solo la mitad el 50 por ciento del fraude gastronómico que no es detectado por los agentes de la ley.

Es impresionante la capacidad de pillaje de los pillos que nos rodean por todas partes, pillos al por mayor. Vas, pongo por caso, y mercas un buen besugo. Si se te ocurre comprarlo estos días, pagarás más del triple de lo que te habría costado hace un mes. Lo pagas como si fuera de Laredo: una pasta. Y luego resulta que el animalito no es de Laredo, ni tampoco fresco, que le han metido un conservante y lleva dos o tres meses congelado. Y el colmo, a veces ni siquiera es besugo. Y esas gambas, preciosas, de buen tamaño, caras, estos días muy caras, y en algunos casos, no digo en todos, cuando llegas a casa ya empiezas a notar algo raro. Al día siguiente, aún conservadas en el mejor sitio del frigorífico, a las gambas se les ha puesto la cabeza de color de chapapote, y van soltando un agua negruzca como si se estuvieran meando, cuando lo más sensorial de una buena gamba a la plancha, es chupar la cabeza, pero no una cabeza negra con un aspecto horrible y un gusto sospechoso. Y presten atención a la siguiente guinda: qué me dicen de los desalmados que para estas fiestas de jolgorio gastronómico, le hacen la "pirula" a más de un bienaventurado sibarita con parné, que va el hombre más hinchado que un pavo y saca a la mesa en la comida de Navidad para envidia de sus cuñados, una cara, muy cara, mejor les digo carísima botella de Petrus. Hoy por hoy, uno de los mejores y más caros vinos del mundo ¡pobre infeliz! Es un Petrus falsificado. La botella es idéntica y la etiqueta también, es decir, el continente es exacto pero el contenido ¡hay amigos, el contenido! El contenido es una cosa que Dios confunda, que está a años luz del verdadero Petrus, dañando el nombre de la verdadera casa Petrus y estafando miserablemente al comprador.